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9/5/08

RESACA

Un día hemos tardado en reencontrarnos con la cruda realidad, sin piedad, de sopetón. O uno y medio si se tiene en cuenta que el domingo de feria se ha perdido, entre maniobras de desmontaje y desfiles de mulos.
Entre las impresiones positivas, principalmente, la oportunidad de las fechas, con esa fiesta intermedia que ha animado la presencia de madrileños y de sevillanos con el mono por haberse aguado la suya.
Pero también muchas negativas.
Una feria sin autobuses es un impedimento demasiado grave para disfrutarla. Y me da la impresión de que no se ha hecho todo lo posible para evitar la huelga, los unos aferrados a una actitud próxima a la extorsión y unas autoridades más preocupadas con minicumbres de vinos y gambas.
Y demasiados incidentes, con un salpicón de trifulcas más o menos graves pero que siempre trastornan a los que van, llanamente, a divertirse. Y así seguiremos hasta que nos convenzamos de que en la feria no hay lugar para litronas ni pastilleos. Pero claro, hay que mimar los votos de algunos dieciochoañeros.
También sería necesaria una revisión que mesure la teoría pachequista de las casetas privadas. Es triste pagar una caseta durante todo un año para poder almorzar en paz y que no puedas hacerlo porque están ocupadas por quienes no pagan.
Hay trabajo por hacer, pero quizás sobre miedo a la pérdida de determinados nichos votantes.

FERIA DE JEREZ

Casi acabamos de empezar la semana de feria, un tiempo que ansiamos muchos jerezanos a lo largo del año pero que, luego, a base de copitas de más, se suele hacer larga.
Pero ya está aquí, nuestra feria distinta, uno de nuestros mayores distintivos. Incluso huele a vino y a albero, a algodón y a caballo, a gitanilla florista y a chino con invento luminoso, y ya tengo el pitido en los oídos por esa competición implacable de ruidos. A ver quién puede más.
Y hay días para todos los gustos. El día de las mujeres, el de los hombres, el de la caseta, el de los niños… pero todos, absolutamente todos, son días de alegría y olvido.
Sí, también de olvido. Porque fuera, traspasados los límites del ferial, amenazan las preocupaciones diarias, las hipotecas, las crisis, los catastrazos, los colegios, los precios,… Demasiados problemas para una España que nos pintan como casi perfecta. No vamos mal, sino que estamos desacelerados. Pues vale.
Pero dentro del ferial, bajo el alumbrado, aunque esté apagado, prevalece el olvido. Un estado de ceguera colectiva lleno de sonrisas, las que producen nuestros vinos bien bebidos y bien comidos. Una fórmula infalible para no andar a gatas. Y en ese estado de euforia estelar, todo es posible y casi nada está prohibido, cualquier cosa, que siempre podemos echarle la culpa al vino.
Apenas nos demos cuenta, habrá acabado la feria y volveremos a casa. Allí nos esperan los mismos problemas de antes, más una obstinada resaca y un nuevo agujero en nuestra economía.

PARITARIAS

La mayoría femenina en los gobiernos nacional y autonómico ha levantado una buena polvareda. Las reacciones han sido las previstas, unos muestran su reticencia con los nombramientos y otros los apoyan. Todo previsible, demasiado previsible. Incluso me da la malévola impresión de ser una polémica calculada, como una zanahoria en los hocicos de un pollino, con perdón, para provocar su arrancada.
Y me explico.
Parto de una premisa; que los ministros y consejeros debieran ser designados por su valía y no por el contenido de sus entrepiernas, sin cuotas ni puñetas, que me saben a reparto de botín.
Pero huelo a chamusquina. Chaves y Zapatero no sólo le han tomado el gusto a coincidir en las elecciones sino que, además, en ambos casos, han optado porque sean mujeres la mitad más uno de sus consejeros y ministros. Un gesto demasiado casual.
La zanahoria está servida y pronto han arrancado los más cándidos tras ella. Todos los que han mostrado su desacuerdo, con o sin argumentos convincentes, ya han sido hábilmente recluidos en el descrédito de los machistas e intolerantes. O sea, los malos. Incluso, de refilón, han impulsado algunos roces en el batallón enemigo. Y, por otra parte, quienes han apoyado los nombramientos, con criterios aún más sexistas, o sea, por el simple hecho de que sean más mujeres que hombres, sin ningún criterio de validez, han sido políticamente santificados. O sea, los buenos.
En eso, ni más ni menos, consiste esta reedición del truco de la zanahoria. Que valgan o no valgan para el cargo es otro cantar.

MARI LUZ

Por fin atraparon al asesino de Mari Luz, esa preciosa gitanilla onubense. Pero no debe cerrarse ahí el asunto, ni mucho menos. Porque hay muchos otros cabrones impunes rondando por las calles y porque este caso ha dejado encuero nuestra justicia y nuestra seguridad.
Ahora debe llegar, perentoriamente, la fase de reflexión y normalización. Lo que vulgarmente se llama aprender de los errores.
Primero: ese presunto animal recién detenido y su cohorte de similares debieran pasar muchos años enjaulados, o todos, sin rehabilitaciones ni puñetas, ni atenuantes onanistas, en el más cruel sentido punitivo. Así quizás puedan comprobar en sus carnes lo que son carencias afectivas; las de los reclusos.
Segundo: como ese presunto animal ya debiera estar enjaulado, el estado, sin duda, es el responsable penal subsidiario de la barbaridad ocurrida y, por tanto, como puede ocurrirnos a los de a pie, debe ser sentenciado. Pero más grave aún, el asesino tenía causas pendientes por pederastia, fue detenido apenas desaparecer Mari Luz y, sorprendentemente, fue puesto en libertad. Supongo que, entonces, comprobarían su identidad y los antecedentes del cacho carne. O a lo mejor es mucho suponer.
Tercero, y especialmente urgente: hace falta un zarandeo serio de un sistema judicial y policial que ha hecho aguas. Alguien, al que pagamos generosamente, ha dejado en libertad durante años a un sujeto, o mejor presunto hijoputa, ciertamente peligroso, cuya reincidencia en la criminalidad era una mera cuestión de tiempo. ¿Cómo es posible? Probablemente sea responsabilidad de algún juez de los que viven en el infinito, o de un jefe de policía preocupado por las estadísticas de la criminalidad, o de algún funcionario de nueve a tres. Quién sabe. Pero estamos obligados a bajar a ese juez a la fría tierra de los mortales, o a enseñar a ese policía cómo se patean las calles de Rentería, o a mostrar a ese funcionario los ingratos caminos del desempleo.
Creo que, todo eso, se lo debemos a Mariluz y a su familia.