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14/11/08

LA PATALETA COTIDIANA

Como cada año, y van muchos, de manera nada sorprendente, aprovechando el estreno de los Congresos Literarios de la Fundación Caballero Bonald, usando la coyuntura para orinar en las esquinas y marcar territorio, el señor Bejarano abandona los santos y las muñecas para redactar sus puntuales insultos sobre Caballero Bonald. Y como nadie suele contestarle, se repite como el ajo.
Le puede la bilis y tiene que escupirla. La almacena minuciosamente durante 365 días para vomitarla sonoramente en estas fechas, con una exactitud sospechosa, con una premeditación insana. Quizás es el único recurso que le queda para significarse, para alborotar, con ese ejercicio de la micción esquinera.
Y arremete una y otra vez contra Caballero Bonald sin que muchos de sus fieles lectores sepan la real etiología de ese enfrentamiento unilateral, acaso seducidos por la habilidad del señor Bejarano para almohadillar con plumas las espinas; como una versión refinada de Barroso.
Pero, también, como jamás nadie le replica, quizás por no propiciar una batalla estúpida y sin sentido o, también, por no darle pie a que movilice sus huestes y el ruido se haga escándalo, o por no seguirle la corriente, el plumilla jerezano prosigue con su acumulativa tarea de ensuciamiento de una figura que, ni literaria ni personalmente, lo merece.
Antes de nada, es posible que alguien debiera advertir al señor Bejarano de la letra pequeña de la libertad de expresión, o sea, que se puede pero no se debe hacer mal uso de su rincón periodístico para perpetrar engañifas, o para revanchas, o peor, para determinadas venganzas particulares. O sea, cierta responsabilidad pública.
Y hablo de venganza con argumentos porque, si no lo saben, en el señor Bejarano confluyen dos razones de odio ciego sobre Caballero Bonald.
La primera, que siente amenazado lo que estima su territorio literario, o de significación letrista, su escueta demarcación, adoptando una defensiva innecesaria y pueblerina. Puede ser que el señor Bejarano confunda la destreza literaria, o la sangre, con razones administrativas de afincamiento. Según su retorcido criterio, alguien debiera explicarle a Caballero Bonald que el coto del señor Bejarano es lugar prohibido para los de arriba y también para los de abajo, sólo está abierto para sus secuaces. Esto me confirma que aún queda mucho que remediar en Jerez respecto a esas secuelas cortijeras.
Y hay una segunda razón. La soberbia del señor Bejarano, manifiesta en el exacerbado distanciamiento entre su cuello y su cabeza, no le permite digerir que fuera relevado de su cargo en la Fundación Caballero Bonald tras varios años de una gestión sencillamente inexistente. Poco empeño podía poner en la empresa cuando cuchicheaba en camarilla que sólo el merecía una fundación en Jerez de la Frontera. De modo que, tras un tiempo de inacción al frente de la Fundación, fue devuelto al amancebamiento de una subsidiada, fría y casi siempre desierta mesa de despacho.
Como pueden ustedes comprobar, al final, las cosas tienen un motivo más mundano que los reproches literarios y demás subterfugios.

LIBROS DEL FUTURO

El futuro de los libros, como soporte, como papel, se encuentra seriamente amenazado por los implacables avances tecnológicos. Eso nos insinuó Javier Celaya, que mucho sabe de esto, en su amenísima e inquietante conferencia con motivo del Congreso Literario de la Fundación Caballero Bonald. Nos vino a decir que no será un exterminio absoluto sino, más bien, una cesión variable y gradual de su predominio, una especie de cohabitación en la que, de antemano, se sabe quién lleva las de perder.
Y el conferenciante llevaba entre sus manos al culpable tecnológico del desaguisado; un libro digital; un ebook; o para entendernos, una especie de ordenador ideado para la lectura, o para la consulta, o para fardar, o más que todo eso, para ser vendido. Lo cierto es que ese ingenio diabólico tiene capacidad, de momento, para contener más de mil obras.
-De esa forma –me decía el conferenciante- cuando voy de viaje no me hace falta llevarme mil libros.
-¿Tanto lees en los viajes? –le pregunté de coña-.
Y no me extraña. Yo tengo una llave de memoria que alberga sobradamente todo lo que he escrito a lo largo de mi vida, que no es poco. Así de pequeños somos.
Las mayores editoriales del mundo ya están trabajando en el asunto de los libros digitales, al parecer de manera muy avanzada y guardando el mayor de los sigilos para no alertar a la competencia. Y si esto es así, pronto, o mejor inminentemente, comenzarán a proliferar estos nuevos diabólicos soportes de la lectura. Y ya hay quien idea añadirles fondos musicales, o imágenes en movimiento, o guías de personajes. Casi películas. Los inventos de la multimedia, la informática que lo hace todo. Casi todo.
Nada de esto será repentino sino una transición por goteo. Hay que ir masticando todos estos cambios súbitos mientras nos injertan los gérmenes del esnobismo. También porque, como alguien dijo, o lo digo yo, los cambios de calado necesitan que muera la generación defensora de los métodos tradicionales y que nazca una nueva que mame esa fórmula innovadora.
Yo, francamente, espero no ver cómo desaparece la magia de los libros de papel.

CRISIS DE CABALLO

En Jerez, aquí no podía ser de otra manera, atravesamos una crisis de caballo. Los males se ensañan con los más débiles y aquí ya estábamos bastante vulnerables.
La actividad económica, que los políticos se empeñan en enmarañar, tanto que ni Solbes parece comprenderla, se sintetiza en un término bien sencillo; la circulación de dinero. O lo que es lo mismo; yo hago, tú vendes y él compra. A partir de este bucle simplista se monta todo el confuso armatoste económico. Pero claro, si el que compra no tiene dinero, se vende menos y se disminuye la fabricación. Hasta que se paraliza el invento.
¿Y por qué hay menos dinero circulando? Por varias razones. Porque el que había por aquí ha sido retirado para tapar los socavones americanos. Porque cada vez nos quitan más pellizcos del bolsillo para el pago de las hipotecas. Y porque el precio de la gasolina ha aumentado a su vez el coste de todo lo que consumimos.
Hasta aquí razones externas. Pero no es serio que desviemos toda la culpabilidad al vecindario.
Por la dejación de unos y otros, hemos vivido en los colmos de una situación ficticia, inflada, por las inyecciones de los fondos europeos, por el desenterramiento de mucho dinero negro con la transición al euro y, sobre todo, por una desmesurada actividad constructora en reprochable connivencia con los bancos. Y la imprevisión de todo esto sí es una irresponsabilidad directa de nuestros gobernantes, de todos, de los que ahora escurren el bulto. Unos y otros han permitido esta escenografía económica trucada y nuestros gobiernos actuales, desde Madrid a Jerez, no han sabido leer soluciones al asunto. Era tan simple como poner dinero en nuestros bolsillos. Ahora se han dado cuenta, años después, cuando es demasiado tarde.
Ciñéndonos a Jerez, también pagamos ahora réditos adicionales. Los muchos años de caudillaje pachequista nos han instalado sobre un sustento frágil e inestable. Ese cacareado emplazamiento de Jerez en los brazos de los servicios y el turismo ha fracasado definitivamente. Hacía falta el acompañamiento de algún soporte más sólido. Pero no.
Y para no repetir errores, para hacernos fuertes, Jerez debe olvidar para siempre los inventos febriles del mesiánico de turno para apostar a muerte por lo que mejor sabemos hacer. Hay que aunar todas las voces y todos los empeños para reflotar nuestra industria vinatera, saber vender nuestros caldos, transformar su naturaleza inmovilista y amigarlos, ponerlos de moda con imaginación y sin funcionarios acomodados al frente. Por otra parte, teniendo todo lo que tenemos a nuestro alrededor, hay que empeñarse con igual determinación en el turismo, sin medias tintas y de manera sostenible, quizás porque el medio natural es nuestro principal aliciente y no los bloques de cemento, procurando calidad.
Pero falta determinación y atrevimiento. Difícilmente se puede apostar por un turismo de congresos con las aspiraciones pusilánimes y mediocres del palacio que se está construyendo. Se gana en función de lo que se apuesta.

UNA CHISPA DE ACTUALIDAD

Están ocurriendo muchas cosas en Jerez últimamente, ninguna esperanzadora sino todas indeseables.
Se ha hundido una casa en la barriada de la Constancia. Estaba cantado. Lo único benigno del asunto es que no ha habido desgracias personales aunque sí ha sembrado la preocupación entre el vecindario. Recuerdo que, cuando iba yo de niño a aquellas casas, hace la intemerata de tiempo, ya me producían una impresión ruinosa, próximas al descalabro. Así que parece mentira que nadie en urbanismo, que no será por técnicos de presunto renombre y opíparamente remunerados, haya previsto esta amenaza.
Y en este ambiente de derrumbes, más incendios, más la crisis y el paro nuestros de cada día, reaparece Pacheco de la chistera y dice que vuelve, o que no se ha ido. Yo creo que se fue, que ha esperado un tiempo en la sombra aquellas auditorías sobre su gestión que nos prometieron, y que sale ahora de la concha cuando comprueba que no van a producirse. Sólo una verdad en lo que él llama su verbo directo, yo diría más bien averiado, que Jerez es un absoluto desastre.
En efecto, aquí vamos de mal en peor y nadie, del eje Jerez-Sevilla-Madrid, es capaz de insuflar a los jerezanos una brizna de esperanza. Yo percibo la preocupación en la calle, un malestar que podría llamarse atmosférico. Pero claro, de Jerez a Madrid pasando por Sevilla, resuelven esas preocupaciones con un atadillo de datos y con algún dislate de falsas esperanzas.
Pero hay un dato mundano que delata la crisis con solo pisar las calles jerezanas; no recuerdo un Jerez más sucio y descuidado. Las calles están inmundas; hay bolsas y desperdicios por todas partes; las aceras están machacadas y llenas de cascotes; los jardines están descuidados y los árboles secos; los bancos y paredes han sido primorosamente decorados con grafitis por esa juventud de la EPD, plena de sensibilidad y ansias culturales; los parterres son escusados comunales de perros como exponente de la refinada educación predominante.
En verdad, poco ayuda este panorama desolador al optimismo que pregonan para reanimar la actividad económica. No creo que lo más eficaz para el ánimo del respetable sea ese entorno de penuria, porquería y devastación.
Algo así como pedir chistes en un velatorio.