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23/2/09

SUCEDIDO

Me cuenta un guasón gaditano y “gaíta”, chirigotero, del “cai” y antisevillano hasta la médula, que un pequeño almacenista de materiales de la construcción, al que conozco de pasadas, solvente antes de la "desaceleración", con fama de pagador y fiador, con una plantilla satisfecha, ha pillado la cuesta abajo sin frenos. Empezó soportando algunos impagos y ha terminado impagando a diestro y siniestro.
Me dice el gaditano, mientras me machaca con el martillito carnavalero, que el empresario “desacelerado” pasa las mañanas ante su mesa de despacho para dar largas a sus adeudados y que, por las tardes, a veces noches, incluso madrugadas, se sienta ante la barra del único bar que le fía y hace un meritorio apostolado del “gintonic”.
Termina el “pisha”, con un ciego del quince y dándome dos golpes de martillito de despedida, contándome que esa misma mañana se ha tropezado con él. Le ha dicho que estaba desesperado, y que iba al puente de Cádiz para tirarse y acabar de una vez con su ruina.
Le han dado hora para octubre.

CRISIS "BANCARIA"

La crisis ha afectado también a los banqueros, por eso están que trinan. Con cierto estupor y alguna náusea, hago recuento de los emolumentos percibidos por la alta directiva del BBVA.
El pobre mío Francisco González, presidente del BBVA, ganó 5,3 millones de euros en el año 2008, entre fijo y variable, más un plan de pensiones de 72,5 millones y 454.000 acciones como incentivo a su gestión. No debe estar muy contento con el sueldecillo porque, desde la diestra de Dios, pide austeridad a los españoles y se atreve a recomendarnos que no podemos aspirar a vivir por encima de las delicadas circunstancias económicas del país. Más irritado estará cuando ha ganado 0,3 millones de euros menos que el año anterior. No hay derecho.
A este descontento se han unido otros de la misma cúpula “bebeuvista”. Sin ir más lejos, el consejero delegado José Ignacio Goiriyonosequé, otro indigente, ganó 4,28 millones de euros en el mismo año, más un plan de pensiones de 52,5 millones y 383.400 acciones de incentivo. Los demás consejeros de la entidad sólo ganaron la pírrica cantidad de 3,5 millones de euros, sólo 0,2 millones más que el año anterior. Vamos, el IPC.
Como muestra de solidaridad con el resto de la ciudadanía, el Consejo de Administración del BBVA ha optado por congelar las retribuciones de 300 altos directivos para el año 2009, un acto altruista que, sin duda, reciben alborozados los tres millones de parados.
Afortunadamente, el Gobierno ha acudido en el auxilio de las penurias económicas de estos paupérrimos abnegados, corresponsables de la debacle financiera mundial y nacional, y está subastando fondos de nuestros bolsillos para que alicaten los agujeros producidos por la voracidad opulenta del ciudadano de a pie y, de paso, puedan pagar las letras de sus primeras necesidades; palacios, aviones privados y yates.
Afortunadamente, en este país, todos somos iguales.

DELINCUENCIAS

La delincuencia llama a la puerta de Jerez de la Frontera, como también suena la campanilla en el panorama patrio. La crisis salvaje, escenificada en números rojos, ahorros nulos, bolsillos vacíos, amenazas bancarias, fines de mes que duran tres semanas, subsidios perecederos, paro y más paro, pasividad general e insolidaria de quienes debieran paliar o acaso revertir la situación, desemboca históricamente en la irrupción de brotes de todo tipo de delincuencia. Y reitero, todo tipo, porque existe la delincuencia ilegal y la inmoral.
Y me explico. Es delincuencia asaltar un banco, desvalijar una casa o dar un tirón, pero también es igual de delincuente el especulador que va por las calles comprando casas al precio de la desesperación, o el que cobra un sueldo público por el mero hecho de ser amigote de yo no sé quien, o el figurón bancario que deja inamovibles las cuotas de las hipotecas cuando los intereses han bajado notablemente, por si cuela. Todas estas expresiones de la delincuencia van en el mismo saco, la delincuencia informada por la ley y la que se surte de la inmoralidad.
Y la prensa, con distintos enfoques, abundando en lo conveniente y obviando lo lesivo para sus intereses estratégicos, es fiel testigo de ese repunte de la delincuencia general, hasta niveles tales que sus páginas se han transformado en casi crónicas de sucesos.
Pero, sin ánimo de ser alarmista, me temo que la situación actual es sólo el principio, el grueso vendrá cuando se acaben los subsidios. Seguramente habrá quienes, por necesidad, recurran a una ilegalidad nada reprochable. Y digo esto porque, en el reparto de derechos y deberes, el Estado debe proporcionar una vida digna a sus ciudadanos y, a cambio, exigirles el cumplimiento de la ley. Pero, si el Estado incumple sistemáticamente ¿está legitimado para demandar la segunda parte del contrato?
Los preocupantes son otros. Pronto habrá quienes no se resignen a la pérdida de la cresta, de la raya de coca, del “piercing” y del BMW tuneado y que, por la aproximación de UDYCO a tierras jerezanas, tendrán que ganarse los cuartos en otros menesteres ilegales. Por otra parte, los de la sopa boba, los habituados al chalé, el yate y el “moetchandon” a costa de los presupuestos oficiales, de los chanchullos urbanísticos, de la ingeniería financiera, acuciados por la reciente fe de vida de la fiscalía anticorrupción, tampoco podrán dormir tranquilos y movilizarán a sus asesores para que busquen algún otro recoveco fronterizo que satisfaga su opulencia. Uno de esta ralea comentó insolentemente en mi presencia: “¿El paro…? es problema de los parados”.
Las autoridades saben bien de estas previsiones infalibles. Y en un clima de aparente normalidad, como si nada, sin alarmas, han ido añadiendo efectivos a las fuerzas de seguridad jerezanas y atrayendo células operativas que llevan siendo necesarias hace años pero que llegan, exactamente, casualmente, en este momento.

MALOS TRATOS

Desayuno donde siempre, en un rincón, repasando la prensa. Entra un matrimonio que araña los sesenta, los dos regordetes, ella con un semblante severo y él con apariencia infeliz. Ella va delante, con paso determinado, mientras él la persigue como un perrillo.
-¡La mesa de la esquina! –señala la señora-.
Él obedece y corre a tomar asiento pero la señora le corrige.
-¡Tú en la otra silla, que no me dé el resplandor!
El hombrecillo, obviamente, cambia de silla y se traga sin rechistar el cegador resplandor de la ventana.
La señora se desprende del abrigo y él hace amago de imitarla.
-¡Ni lo sueñes! ¡Que luego te resfrías y no me dejas dormir con las toses!
Van a desayunar. La señora pide, literalmente, “un café manchado en vaso grande, un bollo con zurrapa de lomo y un zumo de naranja siempre que sea natural”.
-¿Y usted?
-Lo mismo –contesta el infeliz con una sonrisa colorada-.
La señora le mira sin contemplaciones.
-¡Ah no! A él le trae media con aceite y un cortado con sacarina, que está mal de las tripas.
Él agacha la cabeza y ella se hincha, más si cabe, como si hubiera ratificado ante un público inexistente su estatus de dominación. La señora le coloca al marido una servilleta a modo de babero y luego desayunan en estricto silencio. Él, por lógica, termina antes que ella y toma una miga caída en el plato.
-¡No rebañes!
Al fin acaban. Paga él y se disponen a marcharse.
-Ahora te llegas a por la fruta, a la carnicería y al “super”, que yo tengo hora en la peluquería. Ahí va la lista.
Le pasa al hombre una lista inacabable, con aires de pergamino, y se marchan.
Varias horas más tarde me cruzo con el mismo hombre de regreso a casa. Va congestionado y enterrado en bolsas. Me da pena y no tengo más remedio que pensar… “Y gracias que el hombre tiene infinita paciencia porque, el día que se revuelva, lo linchan”.

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

Con todos mis respetos para la ministra Cabrera, la asignatura Educación para la ciudadanía es un invento de sobaquillo de quienes quieren adoctrinarnos al estilo de las ikastolas, o sea, socialismo por narices. Y no lo digo de oídas, sino tras repasar concienzudamente el espurio contenido legal y respirar chamusquina en casi todos los textos que han llegado a mis manos.
Es más, la filosofía de la asignatura me ha recordado a aquella visita de la vicepresidenta del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, a un colegio y en la que explicaba a los niños el significado de las izquierdas y las derechas. Según el peculiar sentido de la imparcialidad de doña Teresa, el mismo que impregna la EPC, la izquierda es la opción que mira hacia adelante, moderna, positiva, tolerante, “los buenos”, mientras que la derecha mira siempre hacia atrás, antigua, negativa, intolerante, o sea, “los malos”. Pues tres cuartas de lo mismo.
En mi caso hay pocas dudas. Ya en mis tiempos de Instituto mostré mi enérgica reticencia a que me inyectaran “franquismo” vía intravenosa a través de la desaparecida Formación del Espíritu Nacional, o sea la FEN. Dije entonces y digo ahora, que me traía al pairo el contenido que me pretendían inculcar, que lo que verdaderamente me sublevaba era esa vía antidemocrática de adoctrinamiento, la conculcación de mi libertad, sea cual fuere la ideología de turno que intentara sacar partido del invento. “No me fío de ninguna libertad que se imponga por cojones”, suele apuntarme un filósofo de tabancos jerezanos.
De modo que el Tribunal Supremo, como institución de un poder independiente -que me da la risa- tras la crucifixión de Montesquieu, ha decidido que la EPC de sus nuevos jefes no vulnera los derechos del ciudadano. Y es cierto, no los vulnera, sólo revienta libertades. Más debieran preocuparse de ordeñar el rebaño propio que los ajenos.
También recomendaría a la ministra Cabrera, a su homóloga andaluza y a sus emisarios provinciales, que concentraran ese tesón educativo en asuntos de mayor urgencia que en el andamiaje del futuro de sus siglas. Porque el problema principal de la educación no es la EPC sino el mismo sistema educativo que, en Andalucía, produce un fracaso escolar del 30% y en el que se suceden vejaciones a alumnos y profesores. O sea, ni se aprende ni se educa.

SOLUCIONES DOMÉSTICAS

Escucho un revuelo al fondo del bar que hace olvidar el interés de la clientela por los contoneos de la escultural camarera. El dueño del bar, o el encargado, está discutiendo sosegadamente con un hombre cincuentón, con pose de torero y la cara del siglo pasado que acaba de despachar un buen desayuno apuntillado con dos “carajillos”.
-Que he dicho que no pago y no pago -contesta el cliente una y otra vez a los requerimientos del hostelero-.
Tras un variado intercambio de pareceres, la suave discusión desemboca en la crisis económica como argumento del impago. El tema del año; para muchos el tema de toda una vida. La escusa usada por el de la pinta de torero es cruda y callejera, pero más cierta de la que manejan el etéreo Solbes con discursos de marmota o los desahogados bancos con consejos de juzgado de guardia.
-Mire usted, no pago ni una “pejeta”. Ayer vino el Jacinto a cobrar el pan y usted le dio largas, como ha hecho en las últimas dos semanas. Y como no cobra, Jacinto me debe la fruta de otras dos semanas. Y como no tengo dinero, yo no le pago a usted. -argumenta el cliente sacando pecho-.
-¿Pero no se da cuenta que, como usted no me paga, mañana daré más largas a Jacinto y no le seguirá debiendo a usted la fruta? -responde el hostelero tras la barra, a punto de “saltar la verja”.
-¡Pues cuando usted le pague al Jacinto, y el Jacinto me pague a mí, vengo y liquido! -exclama el torero-.
-¿Y quién le pone el cascabel al gato?
-Zapatero –responde el del bar sin ninguna convicción-.
-¡Carajo! –replica el moroso con las mismas-.
Tras la palabra mágica, la discusión baja el tono hasta convertirse en una mera conversación no menos productiva. El cliente insinúa soluciones también de la calle, domésticas, nada voluminosas. Tan insignificantes que los políticos no las promueven desde las alturas de sus despachos de caoba, de datos desenfocados e intereses de “sillón”.
-Nos falta la sangre. -prosigue el cliente-. Un poner. Suponga que el Jacinto tuviera el crédito de su banco, como ha pasado siempre. Me pagaría a mí, yo a usted, usted al Jacinto y él al banco. Como ha sido toda la vida de Dios. Y todos contentos y a seguir remando.
El cliente moroso se marcha con su torería y deja a toda la clientela pensando. El hostelero se me acerca mascando un palillo de dientes.
-Ese no tiene ni idea. ¿Cree usted que si fuera tan fácil no lo habrían hecho ya los de arriba, que son gente estudiada y preparada?
Me quedo mirándole fijamente, sonrío con socarronería y me acabo el cortado.