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28/6/10

DEMOCRACIA ASESINADA

He llegado a la conclusión de que los distintos regímenes políticos, desde la dictadura a la democracia, son grandes mentiras. Que no son otra cosa que herramientas para que los mismos, en un caso u otro, muevan los hilos de nuestras vidas.
Lo fue la URSS y Alemania, lo es Venezuela y Cuba, y lo son las llamadas democracias occidentales ahora que la crisis les ha subido las faldas. Y digo democracia por decir algo, porque se me antoja una doncella violada.
La actual crisis ha puesto al descubierto que ni Obamas ni por supuesto Zapateros, elegidos por la entrecomillada soberanía popular, son defensores nuestros. Sino que son designados por otros y nos los cuelan por narices para que nosotros les legitimemos en las urnas. Al respecto, recuerdo un referéndum en la Venezuela de Chaves en que, contestaras lo que contestaras, ganaría el “primate colorado”.
Y nosotros, pobres borricos, nos contentamos con ser comparsas y sentirnos más machos con el solo hecho de ponernos ante la pecera y dar nuestro voto, que ya luego el votado hará lo que le manden o lo que salga de los gemelos.
Con la crisis, toda esta mentira se ha destapado.  Primero, hemos descubierto que somos más pobres e infelices por las golferías de otros. Segundo, que nuestros gobernantes no han movido un dedo para evitarlo, más bien al contrario. Tercero, que aparecen por todas partes miles y miles que engordan a la sombra de este invento. Cuarto, que estos se rebajan una miaja lo que les sobra mientras nos quitan al resto lo que nos falta. Quinto, que pudieron enderezar todas esas desviaciones y no tuvieron huevos.
¿Y quieres ustedes que crea en esta democracia?
Amo profundamente la libertad pero, lamentándolo mucho, reniego de esta democracia asesinada.
Por último, sólo están legitimados para rebatirme los que antes acrediten quién les paga.

24/6/10

INTEGRISMO "GAÍTA"

Yo soy de los que lamentan que el Cádiz Club de Fútbol haya descendido a Segunda B. Sé que no son muchos los jerezanos y xerecistas que piensan como yo, pero es mi sentimiento y así lo digo. Aunque puesto a buscar, que todos buscamos una pizca de sosiego para las circunstancias ingratas, encuentro sólo una razón que me reconforte.
Sucedió en Cádiz hace ya algunos meses. Acudí a la Diputación para resolver algún asunto burocrático, de esos inventados para legitimar el puesto de trabajo de un amigote, y desayuné en las inmediaciones. Tan tranquilo estaba aniquilando mi café y una tostada de escalofrío cuando escuché a mis espaldas una conversación muy próxima a la siguiente:
-Me da miedo la marcha del Cádiz -comentó una voz primera-.
-No te preocupes, que saldremos adelante -respondió una segunda voz ronca y determinada, sabedora de todas las cosas-.
Hasta ahí nada relevante; un comentario típico de lunes tras una derrota. Uno que teme y lo dice contra otro que teme igualmente y huye hacia adelante. Por tanto decidí seguir avasallando mi tostada. Y así estuve hasta el término de la conversación de mis vecinos de barra.
-Verás como el año que viene estamos los dos en segunda, el Xerez y el Cádiz -acabó la voz rotunda y omnisapiente mientras se marcaba unas risas sardónicas y de muy mala leche-.
Cuando me giré, algo encabritado, pude comprobar que el autor de la “gracia” no era otro que el señor Cabañas, Presidente de la Diputación de toda Cádiz, incluida Jerez. Pensé en replicarle pero me mordí la lengua en el convencimiento de que las venganzas se sirven frías.
Y llegó ese momento. El señor Cabañas, con su comentario desafortunado, se equivocó a medias, lo cual supera con creces su porcentaje habitual; bien es cierto que el Xerez está en segunda pero el Cádiz no. Y yo, sin ser como él innecesario representante de toda la provincia, lo lamento.

22/6/10

INMOVILIDAD


Cuando un partido político, cualquiera, accede a una Alcaldía, la que ustedes deseen, la primera tarea no suele ser la principal sino la más impactante. Y me explico. No es prioritario abordar asuntos relevantes ni acuciantes sino acometer proyectos que se vean, que se palpen, que hagan ruido, aunque fastidien, en definitiva que rubriquen un cambio. Viene a ser como un sello marcado en la frente de los ciudadanos para que se sepa que han llegado. Estos "cambios por el cambio" suelen tener una doble trayectoria, como las cornadas malas, la ejecución y la rectificación.
El actual equipo de Gobierno Municipal de Jerez de la Frontera, tan equipo como la selección francesa de fútbol, eligió para este menester un Plan de Movilidad que pronto fue transformándose en Plan de Inmovilidad. Y no era poca cosa. Trastocaba las calles de mayor tránsito -que se note-, hacía la gran puñeta a los comercios del corazón de la ciudad, fastidiaba las recogidas de los colegios, confundía los tradicionales modos circulatorios y modificaba todos los trayectos del transporte urbano. Parecía como si la filosofía del plan fuera adrede "si las cosas eran así, pues ahora las ponemos al contrario".
El Plan de Movilidad tuvo un parto delicado y, tras una larga dolencia, agoniza irremisiblemente. Porque a veces, frecuentemente, las cosas son como son porque no pueden ser de otra manera y la estructura de Jerez no admite demasiadas alternativas.
La calle Porvera, tras repetidos cambios, levantadas y hundimientos, vuelve a ser exactamente lo mismo que era, salvo el invento de la pintura naranja como última obcecación por miccionar en la esquina. El tráfico, tras numerosas y desorientadoras revueltas, vuelve a sus orígenes. Los autobuses urbanos, caso de que sobrevivan cuando escribo estas líneas, regresan a los trayectos de siempre. Y por último, la calle Honda, el último reducto de ese ruidoso Plan de Movilidad, regresa a sus antiguas funciones hasta que se acometa el tranvía; o sea hasta nunca.
Pero no crean que el jueguecito ha sido gratis; una pasta gansa para nada. Y ahora multan y recaudan a ultranza para abonar los caprichosos dispendios de los ludópatas del poder, de quienes sin tener ni pajolera marcan de gris nuestras vidas diarias.
A veces, más bien a menudo, me pregunto para qué sirve tanto político, tanto asesor y tanta gaita. Quizás bastaría con regalarles un monopoly.

11/6/10

EL PARO Y LAS MASCOTAS


Leo con algún estupor que el paro ha hecho aumentar en Jerez el número de mascotas; entendiendo por mascotas los animales de compañía y no otros.
Uno, que por deformación reflexiona a la más mínima, una actitud al parecer en desuso, se rasca la cabeza.
A bote pronto, esa asociación de datos, parados y mascotas en el mismo saco, se me antoja un poco apresurada. Porque si me da por asociar el aumento del paro con otras subidas o bajadas me aparece la sonrisa.
Por ejemplo, bajo el mismo criterio, alguien podría decir que el aumento de las mascotas hace disminuir el número de asesores municipales. O que el aumento del paro razona la subida del recibo de la luz en un 26%. O que el aumento del paro incrementa el índice de golfos que visitan la presidencia del Xerez Deportivo. U otras ocurrencias que me callo porque vivo en Jerez. Son, sin duda, una serie de correlaciones tan simpáticas como maliciosas, pero altamente gratuitas.
Pero vuelvo a la noticia de las mascotas, porque hay más conclusiones jugosas. Y nos cuentan también que el aumento del paro ha provocado que los jerezanos acudan menos al veterinario. Pues sí, y al supermercado, y al peluquero, y al sastre,… Y apunta además que la crisis ha disparado el número de ladridos, probablemente porque, ya que los sindicatos han estado bien calladitos, protestan los perros. ¡Animalitos!
Conclusión; el mejor amigo del parado no es ZP, ni Griñán, ni megaPilar, ni los sindicatos, sino el perro.

3/6/10

EL TIEMPO PASA Y NADA CAMBIA

El viernes pasado presenté mi última novela, “Ardeviejas”, en la Fundación Caballero Bonald de Jerez de la Frontera. Para los escritores, las presentaciones de sus obras son como bautizos, el culmen de al menos un año de trabajo intensivo, ingrato, imposible y nada reconocido. Por esas razones, tras un doloroso parto, les resulta grato sentir en ese preciso momento el aliento de los suyos, los cercanos y los paisanos.
Me contaba en cierta ocasión Gustavo Martín Garzo, el notabilísimo escritor vallisoletano, que él era persona solitaria y acaso introvertida pero que las presentaciones de sus libros se convertían en una multitudinaria muestra de adhesión de sus paisanos, conocidos y no conocidos, dispuestos a alentar a alguien que pasea con orgullo el nombre de su tierra. Acabó diciendo que aquello, y no otra cosa, le daba fuerzas para seguir escribiendo.
En mi caso, pocos jerezanos acudieron a mi presentación, apenas algunos familiares y amigos. Lo más llamativo es que no hubo ni la más mínima representación de la corporación municipal, esos que tan frecuentemente se arrogan el patrimonio de la cultura, como si el buen o el mal escritor nutriera su potencial creativo y sus habilidades narrativas de unas u otras siglas. Sólo asistió una representación del PP, que todo hay que agradecerlo y decirlo. Y como no fueron los dirigentes también faltó la nutrida cohorte de pelotas, de todos conocidos, que no aportan pero al menos abultan y dan colorido.
Y fue una lástima. Porque pocos pudieron escuchar a José Ruiz-Mata, que no es precisamente conocido por sus repartos de flores, defender con vehemencia a los escritores jerezanos del club del desprecio, generalmente porque no se encuadran en el monopolio del pensamiento. O a José Vicente Pascual, el más crítico de los críticos, que sin embargo defendió mi novela y mis presuntas pericias hasta casi emocionarme. Gracias a ambos, porque pesaron lo mismo que un millar de asistentes.
Tras el daño infligido que no fue poco, que incluso sospecho adrede y pudiera derivarse de mi independencia pública y de señalar a cretinos y golfos sin mirar sus siglas, llegaron las meditaciones y conclusiones, las inmediatas irrepetibles y las aplazadas mesuradamente tangentes a la indignación. Entre todas, mi firme propósito de no reincidir en presentar otra novela mía, sea cual sea, alcance o no el sitio al que aspiro, en un lugar donde se desprecia de tal modo la buena literatura. Quizás ahora, como ya le ocurriera a Caballero Bonald y salvando las distancias, se me acuse de antijerezano. El tiempo pasa y nada cambia.