A la vista del fuerte
rechazo producido por mi artículo “Manada de ladrones”, ya oportunamente
retirado, que se produjo tras una sobredosis de bilis –para que lo sepan
“periodistas sin fronteras”-, he modificado sus términos en señal de desagravio,
empezando por el titular, mucho más correcto.
¡Ave María Purísima!
Definitivamente, y no me duele reconocerlo, vivimos rodeados
y gobernados por benditos abnegados. ¿Y quiénes son esos benditos abnegados?
Pues me refiero a absolutamente todos los que nos gobiernan al servicio de esta
democracia plena; desde el muy avispado ZP, a la saliente alcaldesa Pilar
Sánchez, a ese ejemplo de la moralidad llamado González Cabañas, como a todos
esos otros gobernantes que nos premian con su honradez y abnegación.
Casualmente, justo desde el instante en que muy educadamente,
como es mi estilo, comencé a opinar sobre ellos, empezaron a llegar infinidad
de multas, alguna de lugares remotos que nunca he visitado, que en principio
achaqué a errores de fácil solución.
Meras casualidades, no hay que pensar mal.
Porque qué hay de malo en mis comentarios, que una alcaldesa
vele por la salud laboral y económica familiar, o qué en que el señor González
Cabañas, alma de la izquierda gaditana, se rodee en la Diputación de políticos y
afectos de valía contrastable en su paso por los ayuntamientos, o qué si la
mala suerte se ha cebado con el buen hacer del señor Zapatero. Mesura, siempre
mesura, y mucha comprensión.
Nada tiene que ver eso con que yo recurriera las multas y,
sin duda, ocupados en sus muchos y altos quehaceres, ni contestaran. Que
volviera a recurrir y, seguramente por defectos de forma achacables a mi
torpeza y no a su brillante gestión, zanjaran el intercambio de papeles, por
razones ecológicas, en embargo. Además, me tranquiliza saber que los importes
embargados redundaran en beneficios para los trabajadores de los EREs de las
empresas, o para mejorar la calidad de los colegios en la provincia de Cádiz, o
para la contratación de sabios asesores que mejoren la gestión. Es un alivio.
Lo gritaré a los cuatro vientos –o a los cinco vientos como
decía un ministro de cultura, a saber a qué quinto viento se refería-, me
encanta que me embarguen para mejorar mi ciudad, mi mancomunidad, mi provincia,
mi región, mi país, mi continente, mi mundo y parte del espacio, aunque con
ello hayan privado a mi familia de un más que merecido veraneo.
Espero y deseo fervientemente que todos estos benditos
abnegados reciban el premio que merecen, ya sea en un puesto en Europa o de
asesores de alguna cosa.
Será justo y necesario.