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3/10/11

EL CEPO


La venta El Cepo está a mitad de camino entre Rota y Jerez, rozando los límites del penal. No pasa inadvertida por la enorme bandera de España que ondea sobre su tejado. Y no es un distintivo que provenga de la euforia deportiva que estamos viviendo, de ese emergente patriotismo de pelotas, sino de mucho antes, al menos treinta años atrás.
En lo culinario, es una maravilla; uno de esos sitios infalibles, que pidas lo que pidas nunca falla.
En lo demás, de sobremesa, siempre son curiosas las anécdotas que cuentan, no obstante el penal acoge a un sinnúmero de etarras y el establecimiento –con la bandera de recordatorio- es el refugio obligado de quienes los visitan.
De modo que el grueso de su clientela, además de los de paisano, son presos etarras, familiares y amigos y las “brigadillas” policiales que, sin demasiado incógnito, los vigilan. Los primeros y segundos llegan y no se privan de ponerse tibios con cargo al bolsillo de los españoles que tanto aborrecen.
Pero me dicen que eso se ha acabado, que los presos van a ser trasladados en breve a las cárceles vascas, que los familiares y presos llevan seis meses con esa certeza.
¿Pero cómo es que lo saben desde hace meses cuando el común de los españoles acabamos de enterarnos?
Aquí hay gato encerrado.
De modo que indago un poco más.
Los familiares de los presos, muchos asesinos de nucas, no guardan pudor al asegurar que ya está todo más que hablado. Parecería una bravuconada de no ser porque muchos de estos son batasunos o etarras en excedencia. Y no lo afirman uno ni dos, sino todos.
Dicen textualmente que el gobierno socialista guarda un as en la manga: ETA entregará las armas justo antes de las elecciones del 20-N, como golpe de efecto a la campaña, y a cambio, aunque no gane el quiromante Rubalcaba, todo quedará suficientemente encauzado para que el acercamiento se produzca irremediablemente. Ese es el trato.
Tiempo al tiempo.
Lo triste es que todavía habrá algún cretino, de los que presumen de haber sido perseguidos por los grises como si eso fuera un salvoconducto para los desmanes y las torpezas, de los muchos cebones políticos que nos rodean, que tenga la desfachatez de asegurar que esto entra dentro del juego democrático.