Quizás por eso yo he dejado de sentirme de izquierdas para convertirme en un asqueado de ninguna parte.
Algunos de estos personajes provienen de la Guerra Civil, incluso la añoran, y digo esto sencillamente porque sus despensas se nutren de aquella barbarie abominable y necesariamente olvidable. Otros miembros del "clan de la fortuna", por razones de edad, no pueden aferrarse a esa treta pero intentan recuperar el recuerdo para promover la lástima de los vencidos, una vitola de mártires, pero olvidando que en aquella atrocidad perdimos todos. A esta maniobra se le llama tejemaneje necrófago, una suerte de engañabobos que no es delito pero debiera serlo.
Esa, y no otra, es la intención oculta de la memoria histórica. No hay día que no tropiece con un perseguido político que jamás lo fue, o con exiliados en viaje de negocios muy remunerados, o con encarcelados políticos por una tumultuosa borrachera, o con oportunistas engordados a base de fusilados, o con luchadores antifranquistas con uniforme de la OJE, e incluso con quienes olvidan la memoria de los muertos propios porque coyunturalmente les conviene. Ahí están Lorca y las mentiras del avispado inglés –por fin demostrado lo que en Fuentevaqueros sabían de siempre-, o el pasado zigzagueante del impresentable Sopena -ignorante y soberbio sabelotodo que vende izquierdas sin vender un periódico-, y otros muchos perseguidos por nadie que, con evidencias en la mano, omitiré de momento.
Son los miembros del "Clan de la Fortuna".
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