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19/9/09

CUENTO EDUCATIVO PARA EDUCAR A LAS AUTORIDADES EDUCADORAS

“Elmuth fue elegido Alcalde de un pequeño pueblo, no más de 20.000 habitantes. Recién llegado al cargo, llevó a cabo el oportuno análisis de la situación que heredaba y dos datos le dejaron especialmente preocupado; había una sola librería y deficitaria y, por otra parte, el índice de fracaso escolar entre los estudiantes de la localidad superaba el 50%.
Elmuth meditó sobre aquello; sabía que la educación y la cultura de hoy representaban el desarrollo y el bienestar del mañana. De modo que, antes que tratar cualquier otra cuestión, estimó que debía tomar medidas para remediar aquel problema y comenzó a trabajar sobre ello.
Elmuth convocó en reunión urgente a los padres, profesores y alumnos e invitó igualmente al único y ruinoso librero del pueblo.
-Tomen cómodo asiento, porque nadie saldrá de aquí hasta que encontremos una solución al problema.
Elmuth escuchó a todas las partes, los argumentos de cada profesor, de cada alumno y de cada padre, también las quejas del librero. Cada cual tenía una teoría distinta acerca de esas terroríficas cifras de fracaso escolar y de la poca predilección por la lectura porque cada uno de ellos sufría un problema distinto en sus carnes: desinterés, poca motivación, inasistencia a clase, desatención, falta de método, desorganización, repelencia por la lectura…
El último en intervenir fue un profesor novato, que aún no era prisionero de las rutinas diarias.
-El problema es que nadie se ha preocupado de enseñarles a estudiar y de enseñarles verdaderamente a leer. De ahí viene todo.
Elmuth tenía un hijo en edad escolar que, afortunadamente, estaba incluido en esa minoría que llevaba sus estudios holgadamente y que tenía cierto interés por la lectura. Meditó sobre lo dicho por aquel profesor novato y lo aplicó a su hijo; casualmente, había inculcado en él una mínima organización en el trabajo, le había enseñado a fraccionar el estudio de un examen, había practicado con él la lectura desde muy pequeño con el ánimo de que comprendiera lo que leía, le había enseñado a resumir, a esquematizar,… Elmuth sospechó que las claves del fracaso escolar de su querido pueblo estaban en que no sabían estudiar ni leer.
Elmuth fundó la Escuela Municipal de Técnicas de Estudio que, gratuitamente, despacio, desigualmente, iba enseñando a los niños y menos niños los atajos del estudio, los trucos para transformar una experiencia ingrata en grata, a estudiar más, de manera más agradable y en menos tiempo, al descubrimiento de la magia de la lectura.
Los resultados fueron sobrecogedores; la inmensa mayoría de los alumnos que aprendieron aquello experimentaron, ya en el primer año, una muy notable mejoría en su desempeño escolar. Pero hubo más. También la inmensa mayoría de los profesores, los que antes daban sus clases con resignación y desinterés, pareció rejuvenecer, o redescubrieron su vocación de enseñanza.
Transcurridos diez años, cuando falleció Elmuth, las cifras de fracaso escolar habían descendido al 7%, había una veintena de librerías solventes, y el pueblo, antes paralizado, seguramente por ese triunfo de la educación, fue distinguido por las autoridades nacionales como “modelo” de desarrollo para otras poblaciones.”
Este suceso, o cuento, o reportaje, sin lugar a dudas, no ocurrió en España.