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12/12/11

LA MIRADA DEL BIZCO


Los ajustes en las arcas municipales están levantando las primeras ampollas. Nadie puede estar contento cuando se trata de recortar porque, de una manera u otra, de manera más directa o indirecta, todos acabamos tocados.
En cualquier caso, sí es deseable que esos sacrificios sean rigurosamente repartidos y alcancen el máximo de igualdad. Sé que no es fácil de conseguir con una precisión milimétrica pero sí es deseable que las tijeras se ajusten al máximo a este principio.
Lo evidente es que el desequilibrio de ingresos y gastos es insostenible. Nadie puede gastar más de lo que ingresa sin pedir prestado y ni el endeudamiento lo permite ni la banca está para muchos préstamos.
Sólo hay una receta posible; buscar recursos para aumentar los ingresos y buscar fórmulas de aminorar los gastos.
En el capítulo de ingresos se debe presionar al Estado para que los Ayuntamientos dispongan directa e íntegramente de los recursos asignados a los servicios que prestan obligatoriamente, sin el filtro menguante de la Junta. También para modificar la Ley de Financiación de las Administraciones Locales y que se ajusten a la realidad las transferencias a municipios, hasta ahora enmascaradas por la recaudación vía sector inmobiliario. Y por supuesto, arbitrar medidas eficaces de vigilancia para que las “meriendas de negros” recientes no se repitan mañana.
También hay que ofrecer a las empresas, principalmente a la pequeña y mediana, también a los emprendedores con proyectos viables, un lecho de flores para que hagan realidad sus proyectos y empeños. Pero no debe tratarse de un apoyo estético sino un casi mimo.
Lo que no es recomendable hacer bajo ningún concepto, en ninguna administración, es hacer un plus de recaudación vía impuestos, ni directa ni indirectamente, es decir, ni a través de IVA u otros ni por el conducto de saquear bolsillos a través del ORA o del azote de las multas indiscriminadas. La vaca ya no da más leche, como el bolsillo de los ciudadanos.
En el capítulo de gastos, en Ayuntamiento de Jerez debe seguir criterios, sencillamente, de responsabilidad, valentía y sentido común. La situación es tan grave que todo debe valer.
En lo relativo a gastos de personal, el cacareado capítulo Uno, se debe prescindir de lo prescindible y paliar el tijeretazo con una eficiencia que presumo muy dudosa. Esto se traduce, hablando en plata, en la adecuación de los sueldos a los nefastos tiempos que corren –siempre partiendo de unos mínimos- y en que no haya más personal que el estrictamente necesario para el buen funcionamiento de los servicios al ciudadano. Todos los enchufados que menudean por el Ayuntamiento, todos aquellos que mágicamente no cumplen los requisitos de capacitación o titulación para el puesto que desempeñan, todos esos apellidos machaconamente repetidos en las nóminas municipales, deben ser estudiados y devueltos al mundo de los mortales. Es triste prescindir de gente, con familia y necesidades, pero más triste es que la tropa enchufados se costee por quienes ya casi nada tienen y lucen su desesperación en las colas del SAE o INEM –otra duplicidad con tufo a golfada-.
En cuanto a los gastos generales, es la hora de los políticos honestos, de la vocación de servicio, de los gastos medidos y justos, de los servidores y no de los servidos.
En lo restante, hay que asumir las empresas municipales rentables y concesionar las que no lo son, hay que vender si es preciso patrimonio inservible en aras de la actividad económica –como los pórticos de la plaza de Arenal para destino comercial-, hay que pedir a los sindicatos la misma responsabilidad que demandan, con sus miles de orondos liberados, y recordarles que todas esas contrataciones masivas que hoy son el grueso del problema de la ciudad fueron permitidas por ellos a cambio de las correspondientes “tajadas” coparticipativas.
Y así hasta que consigamos equilibrar la balanza.
No cabe duda de que hay que tomar medidas urgentes y de que los jerezanos deben hacer un gran esfuerzo de solidaridad, más allá de sus intereses, que de momento no he visto.
Pero lo que no es justo, y no tengo siglas, que estemos santificando a quienes apalearon a Jerez con sus excesos y caprichos, que seamos indulgentes con quienes no prestaron los primeros auxilios y que nos ensañemos ahora con quienes intentan salvar al moribundo.
La mirada del bizco.