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7/10/10

PREGÓN BANDOLERO

Grazalema
Cuando Grazalema, por mediación de su Alcaldesa, me ofreció la inmerecida honra de ser pregonero en este sugerente retroceso en el tiempo que significa la fiesta bandolera, me pregunté:
¿Cómo diablos construyo el pregón?
 ¿Con qué mimbres hago este canasto?
¿Me fío de los datos históricos cuando suelen ser manoseadas patrañas a sueldo o me dejo guiar por las leyendas, más imaginativas pero con igual fianza?
Tras un repaso concienzudo de no pocos datos y leyendas, me descorazonó un tanto descubrir que siempre decían lo mismo o lo contrario de "el Tempranillo", que parecía como si el único propósito de estas fuentes fuera catalogarle de bueno o de malo, de romántico o de forajido, de caballero o de sanguinario, de justiciero o de ladrón, de indio o de cowboy. 
¿Pero es que existe algún ser humano que sea absolutamente bueno o malo?
¿Y tanto importa eso?
Así que, tras largas y muy desconfiadas meditaciones, descubrí que existía una remota e improbable posibilidad de encontrar a alguien que permaneciera vivo casi doscientos años más tarde. Ya sé que al pronto puede parecer descabellado pero denme tiempo a que les explique.
Pues bien, con esa idea disparatada, como todas las mías, me vine a las cercanías de Grazalema, me aposté en un peñasco a media subida de Benamahoma y esperé pacientemente entre buchadas de mi petaca de Brandy, esa que nunca me abandona.
Tardó unas horas en aparecer pero llegó, con el paso cansino, algo cargada de espaldas, con la mirada indolente y perdida...
La tortuga "Leonora"
Y allí estaba el único ser vivo capaz de rozar doscientos años, mi única esperanza de encontrar una versión directa sobre la vida y obra de José María "el Tempranillo": UNA TORTUGA.
Como podrán comprender, la gran dificultad consistió en entenderme con la tortuga, no obstante, por si no lo sabían, las tortugas hablan en "tortugués". Pero yo ya había previsto aquel asunto; un buen amigo, Agapito de nombre, habla a diario con una mula, con las vacas, con los pájaros y con los grillos -si bien no se habla con su mujer-, y ya me había enseñado algunos trucos.
Para empezar y congeniar, le di a la tortuga un par de moscas y, apenas la noté confiada, le pregunté la edad. Cuando terminó de engullir me dijo con voz invisible y en un "tortugués" impecable:
¡¡¡Casi doscientos años!!!!
Perfecto, me dije, y afiné un poco más en mis averiguaciones.
¿Y no habrá conocido usted por un casual en sus doscientos años de vida a "el Tempranillo"?
Sacó su enorme cuello del caparazón marchito y me respondió rotundamente y un tanto jactanciosa:
¡Yo fui la tortuga de José María Hinojosa "el Tempranillo"!
La tortuga no me dejó tiempo para el asombro porque, de inmediato, comenzó a relatar en su jerga.
Me contó Leonora -así dijo llamarse la tortuga- que ella fue la inseparable compañía del bandolero desde que tropezaron en Sierra Morena, cuando aún era un mozo recién estrenado en la sangre por destripar a un gañán que despreció a su enamorada. Añadió con ojos sátiros:
¡Siempre estaba enamorado ese truhán o presto a galantear!
Leonora me contó también que había recorrido en la talega de "el Tempranillo" cada piedra de Andalucía, desde Sierra Morena a Grazalema, que juntos, cada cual dentro de sus posibles, habían asaltado diligencias, burlado "Migueletes" y desvalijado viajantes. Luego repartía el botín entre los pobres mientras explicaba:
El "Tempranillo"
¡Unos dirán que lo hago por bondad y justicia y otros que lo hago porque no tengo dónde gastarlo! ¡Pero, aún siendo el mayor de los avaros o perversos, el más ínclito de los vivos, es ya placer robar sonrisas al sobrado y darlas al que llora!
La tortuga me pidió otra ración de moscas con una mirada chantajista y yo consentí.
Prosiguió diciendo la tortuga Leonora que, a lo largo de su corta vida, "el Tempranillo" había cortejado y amado a no pocas damas y mozas, sin ser un hombre excedido en la apostura sino que más bien deslumbraba a base de cortesías y arrumacos:
"Y fueron amores de viento, o de tormenta cuando irrumpían los encornados maridos, y jamás supe si gozaba más con lo primero o con lo segundo".
Y fue así hasta que recaló en estas benditas tierras que pisamos y conoció a María Jerónima Francés. Dijo José María entonces, apenas verla y en tanto admiraba su lozanía:
¡Aquí, en este instante, por esa bella moza, descabalgo del caballo desbocado!
La tortuga hizo amago de marcharse pero la disuadí desparramando una buena provisión de moscas a su lado. Y continuó sus confidencias como pago mientras las mascaba.
La bicentenaria Leonora acabó diciéndome que "el Tempranillo" no era ni bueno ni malo sino lo que los demás hicieron que fuera, que era fugado porque corrían tras él, que era ladrón porque no tenía otro sustento, que era justiciero porque otros obraban legales injusticias, que era agresivo porque le atacaban...
"José María ni eligió su vida ni pudo llevar otra. Él se conformaba con llegar vivo a cada anochecida".
La tortuga, sin tener yo más moscas para retenerlas, prosiguió su camino hacia ninguna parte.
Los "Migueletes"
Más o menos en ese punto me despertó mi mujer, seguramente para algún recado. De modo que no sé si realmente ocurrió el episodio de la tortuga, si es cierto o falso lo que les cuento, en todo caso no lo será más ni menos que lo sabido al respecto. Los escritores imaginamos hasta no distinguir la verdad de la mentira; somos unos involuntarios embusteros.
Aunque, en este caso, no estoy del todo seguro, porque curiosamente, sobre la mesilla de noche, estaban la petaca de Brandy vacía y un tarrillo con el cadáver de alguna mosca.
No quiero acabar este pregón sin expresar mis más sinceros ánimos y deseos para que Sancho Gracia, nuestro entrañable Curro Jiménez, consiga la más aplastante de las victorias sobre la encarnizada patrulla de "Migueletes" que le persigue entre las sábanas.

Mi más sincero agradecimiento al pueblo de Grazalema por el mucho cariño recibido.