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28/7/09

LOPERA

Hace varios meses -ya lo referí en su momento en mi blog-, cuando Pilar Sánchez propuso a Nuchera como posible comprador del Xerez, estaba yo por tierras sevillanas y en la grata compañía de amigos estrechamente vinculados al Real Betis y muy conocedores del “universo Lopera”. Hablando de fútbol, los béticos de zozobra y yo de barrunto de ascenso, me comentaron con una seguridad aplastante que el tal Nuchera jamás compraría el Xerez, que había irrumpido para “bichear”, al más puro estilo Lopera.
-No apostamos por no “sangrar” a un amigo; pero si te empeñas en invitar…

Así que apunté ese comentario en mi blog, para que quedara constancia, lo referí en algunas tertulias y dejé que el tiempo corriera para su confirmación, como ocurrió inmediatamente. Ya Joaquín Morales, en los días posteriores al presunto interés de Nuchera, dejó caer que le llegaba mucha gente sin un verdadero propósito de compra, a buen seguro refiriéndose a estos personajes que, hay que recordarlo, como el convicto Fouto, llegaron de la ingenua mano de nuestra Alcaldesa.

Pero luego el tiempo destapa las maniobras torticeras, descubre la basura bajo las alfombras y aparecen explicaciones meridianas a lo aparentemente confuso.

De repente, aparece un hombre de paja, un tal Porras, que por razones higiénicas -eso argumenta- denuncia ciertas irregularidades en la ampliación de capital llevada a cabo por ese otro deleznable escapista llamado Gil Silgado y demanda el descenso administrativo del Xerez.

¿Y quién está detrás? ¿O nos tenemos que creer esa idiotez del impulso altruista de este prostituto leguleyo?

Pues no. Primero, porque el “alquilado” comete la ligereza de apuntar al Betis como beneficiario de ese descenso cuando no le correspondería en caso de confirmarse esa sandez. Y segundo, cuando el Betis se apresura a manifestar la defensa de unos derechos cimentados en los usos mafiosos a los que nos tiene acostumbrados Lopera –lo de señor sería inmerecido-. De modo que es evidente quién se esconde tras los arbustos.

Poco después, aparece una segunda pieza a encajar en el puzle. Lopera tiene uno de sus enfermizos arrebatos y, desde Montecastillo, quizá para disimular la manifiesta ineptitud que está hundiendo al Betis, declara que “es una injusticia que su Betis esté en Segunda mientras Xerez o Gijón -Sporting, si no le importa a Su Reverente Eminencia- están en Primera”.

Y un tercer dato de enjundia –menores hay muchos más- para apuntalar una correcta interpretación de lo ocurrido. Sale a la luz el intento de compra de la plaza del Xerez en Primera División por parte del impresentable dueño del Betis –para Presidente hacen falta otros requisitos legitimadores ausentes- y la rotunda negativa del vituperado máximo accionista del equipo jerezano quien, a pesar de la que le cae encima, mantiene la palabra empeñada con los jerezanos.

Por último, para encajar con precisión todas las piezas, es preciso efectuar un encefalograma de Lopera, saber quién es y de dónde viene, concretar su turbia catadura. No es ningún secreto en Sevilla –pregunten- que el tal Lopera inició su poderío bajo la fórmula de “usurero prestamista de los desesperados”, o sea, “te presto, te hundo y me quedo con la empresa”. Luego dio el salto al sector del “pelotazo inmobiliario” aunque sin alterar su torcida filosofía empresarial. También es muy reseñable para comprender su personalidad esa incongruente religiosidad tan frecuente en nuestra profunda Andalucía, adiestradores de gorilas sin escrúpulos y, a la vez, paseantes de sacras estampitas. El perfil definitivo es un individuo mesiánico, catedrático en bajas prácticas, con el séptimo sentido de la manipulación, incapaz de aceptar negativas y reveses, estrábico de la moralidad y, eso dice, bético. También conviene aclarar que el patrimonio bético, tras la llegada de este personaje, es cero; absolutamente todo es propiedad de un entramado de empresas oscuras que, como ya saben, están siendo escrutadas por la judicatura.

La correcta ubicación física y temporal de estos datos dispersos nos descubren un paisaje evidente.

Lopera quiere asegurar una plaza en Primera División para un Betis asomado al precipicio y, de paso, asegurarse una baza triunfal y redentora en caso de catástrofe que le elevaría a los altares béticos para siempre. Y actúa según su “credo”.

Primero. Manda a Nuchera a bichear, a conseguir todos los números del Xerez, los analiza y los guarda hasta mejor momento.

Segundo. Oferta la compra de la plaza del Xerez en Primera División para cubrirse las espaldas, a un Joaquín Morales que, no lo olvidemos, a pesar de la cercanía del sueño, vive acosado y amenazado por ciertas facciones xerecistas que -quién sabe- pudieran ser partes activas de los retorcidos planes del desarreglado mandatario bético.

Tercero. A pesar de ello, Joaquín Morales le da calabazas.

Cuarto. Lopera, tras besar píamente sus estampitas, destapa el plan B, es decir, por las buenas o por las malas; la historia de su vida.

Quinto. Se le escapa la pataleta de Montecastillo, dando pistas de cuál va a ser su actitud y la del cretino mandado que tiene como testaferro; el tal León.

Sexto. Aparece por arte de birlibirloque un abogado de alquiler que solicita el descenso administrativo del Xerez. Esto supone, a la vez, una remota opción de que suene la flauta y una venganza que tara los planes de fichajes del club.

Ni Andalucía ni tampoco los béticos de bien se merecen personajes de esta calaña. Un tipo que, además, proyecta una deformada imagen de nuestro pueblo. Un sobresaliente representante de esa porción humana que es manifiestamente desechable. Un megalómano de jaculatoria que es capaz de hundir a la afición más entrañable del mundo en las nieblas de la antipatía colectiva. En definitiva, un palurdo emulador de los Corleone que es incapaz de comprender que el triunfo es la consecuencia directa de una gestión bien hecha y de un juego de once contra once con una pelotita por medio.

6/7/09

EL BAUTIZO CIVIL

La enésima chorrada de la progresía, es decir, de los que confunden el progreso con la estética de la mutación, o mejor, de los que intentan distraer a la gente para que no vea los fangos, es el bautizo civil.
Y es que claro, el síntoma inequívoco de modernismo es hacer pedazos los iconos, los hábitos estables, y así trasladar a la gente la sensación de que nada es imperecedero, de que pueden con todo y que no hay nada ni nadie que les frene. Todo esto se traduce en transformar obligatoriamente, vistiendo la innovación de colores chillones, grotescos y embaucadores de infelices para que la gente les suponga unas cotas de poder que no ganan en el campo de batalla. Muchos animales adoptan esta estrategia intimidatoria, se hinchan para imponer respeto cuando no orinan por las esquinas.
De modo que la maniobra protectora de la laicidad, legítima por otra parte, a veces, es convertida por unos pocos avispados en el esperpento de la intromisión insultante o de las soberanas patochadas.
Y el bautizo civil es una de ellas, la más grotesca de los últimos tiempos en dura competencia con otras. La sombra alargada de la iglesia, que con la defensa de sus valores irrumpe en las decisiones civiles, empieza a ser molesta y se impone domeñarla a través del ridículo. La verdad es que no encuentro explicación más convincente a esta majadería absurda y entrometida. En cualquier caso, no se me antoja muy democrático solventar las discrepancias con la iglesia mediante sornas y pantomimas de sus ritos y valores.
De modo que nuestros rectores han confundido el bautismo con la partida de nacimiento, lo que no es ni grave, en todo caso la más venial de sus equivocaciones. Pero supongo que pronto, puestos a secularizar, propondrán la circuncisión profana, la ablación clitoriana municipal, los funerales civiles, las misas ateas y la solemne confirmación de la fe ciudadana ante el concejal de turno. Mientras, la iglesia contraatacará haciendo bandos divinos, presentando sus santas listas a las elecciones, ocupando las concejalías de las buenas costumbres o inundando con curas de vuelta las Diputaciones.
Y todo ello, cuando el ambiente no se presta a demasiadas tonterías.

5/7/09

BROTES VERDES

A alguien le ha dado por poner de moda este término para insinuar el final de la crisis. Pero lo del brote verde no es un invento acuñado por los socialistas; yo ya se lo escuché a un labrador hace un puñado de años y no se refería precisamente a ninguna clase de cultivo. Me dijo, textualmente, “hoy me ha dado el brote verde y he puesto a la parienta contra la pared”. O sea que no.
Brote es el comienzo de algo y el verde simboliza la esperanza; creo suponer que por ahí van los tiros. Pero yo, por más que escruto el paisaje, por mucho que vigilo los indicadores, por más que sondeo los comentarios oscuros de los tabancos, esos que todo lo saben y casi siempre llevan razón, sólo veo brotes verdes en un bote de espárragos que tengo en la nevera. Verdes.
El parangón de la crisis económica, entonces, debiera representarse por esta secuencia agraria; campo fértil, nacimiento de malas hierbas, labrador dejado y torpe, imperio de las malas hierbas, campo arruinado y, por fin, sin abonos, porque la naturaleza es así de generosa, brotes verdes. No he escuchado hablar a nadie de la totalidad de este proceso, ni a los banqueros ni al gobierno. Sólo de brotes verdes.
Además, hay elementos que invitan a la desconfianza. Porque claro, si los brotes verdes los pregonan quienes desencadenaron, disimularon o no supieron paliar la crisis, cunde la sospecha. Y es curioso que sólo vean brotes verdes precisamente ellos, el presidente del Banco Central Europeo, el mismo que destapó la crisis con las subidas abusivas de los intereses, o el señor Zapatero y su séquito, que si no vio unas enormes malas hierbas difícilmente podrá identificar unos brotes verdes, o los estadísticos a sueldo, que cambian fácilmente un dos por un tres para invitar al optimismo, o los banqueros o sucedáneos, especuladores que ahora nos reprochan haber aceptado la casa que ellos nos vendieron, o esa fracción de españoles que no ha sufrido la crisis sino que se ha visto beneficiada por el abaratamiento de los precios.
Yo salgo a la calle todas las mañanas y sigo pisando un baldío, un panorama parado y, lo más grave, mucha gente resignada y de mirada baja. Y se gasta a cuentagotas, escurriendo la calderilla del monedero. Y en los bares, en los puestos de la plaza, en todos los comercios, siempre hay uno o más dependientes en la puerta, mirando al cielo para ver cuando escampa. Y si a cualquiera de ellos le preguntas por los brotes verdes, como muy poco, te manda al carajo.