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5/7/09

BROTES VERDES

A alguien le ha dado por poner de moda este término para insinuar el final de la crisis. Pero lo del brote verde no es un invento acuñado por los socialistas; yo ya se lo escuché a un labrador hace un puñado de años y no se refería precisamente a ninguna clase de cultivo. Me dijo, textualmente, “hoy me ha dado el brote verde y he puesto a la parienta contra la pared”. O sea que no.
Brote es el comienzo de algo y el verde simboliza la esperanza; creo suponer que por ahí van los tiros. Pero yo, por más que escruto el paisaje, por mucho que vigilo los indicadores, por más que sondeo los comentarios oscuros de los tabancos, esos que todo lo saben y casi siempre llevan razón, sólo veo brotes verdes en un bote de espárragos que tengo en la nevera. Verdes.
El parangón de la crisis económica, entonces, debiera representarse por esta secuencia agraria; campo fértil, nacimiento de malas hierbas, labrador dejado y torpe, imperio de las malas hierbas, campo arruinado y, por fin, sin abonos, porque la naturaleza es así de generosa, brotes verdes. No he escuchado hablar a nadie de la totalidad de este proceso, ni a los banqueros ni al gobierno. Sólo de brotes verdes.
Además, hay elementos que invitan a la desconfianza. Porque claro, si los brotes verdes los pregonan quienes desencadenaron, disimularon o no supieron paliar la crisis, cunde la sospecha. Y es curioso que sólo vean brotes verdes precisamente ellos, el presidente del Banco Central Europeo, el mismo que destapó la crisis con las subidas abusivas de los intereses, o el señor Zapatero y su séquito, que si no vio unas enormes malas hierbas difícilmente podrá identificar unos brotes verdes, o los estadísticos a sueldo, que cambian fácilmente un dos por un tres para invitar al optimismo, o los banqueros o sucedáneos, especuladores que ahora nos reprochan haber aceptado la casa que ellos nos vendieron, o esa fracción de españoles que no ha sufrido la crisis sino que se ha visto beneficiada por el abaratamiento de los precios.
Yo salgo a la calle todas las mañanas y sigo pisando un baldío, un panorama parado y, lo más grave, mucha gente resignada y de mirada baja. Y se gasta a cuentagotas, escurriendo la calderilla del monedero. Y en los bares, en los puestos de la plaza, en todos los comercios, siempre hay uno o más dependientes en la puerta, mirando al cielo para ver cuando escampa. Y si a cualquiera de ellos le preguntas por los brotes verdes, como muy poco, te manda al carajo.

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