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22/6/09

EXPERIMENTO MALANDRÍN

Arrastrado por mi interés sociológico, que no es demasiado pero sí muy maligno, he llevado a cabo un experimento de lo más interesante cuyos resultados, con todos mis respetos, quiero dedicar a doña Bibiana Aido, a la que yo llamo cariñosamente “aidalid de la igualdad”.
Verán ustedes qué experimento más sustancioso.
Entre internet y prensa escrita, he elegido al azar diez ofertas de trabajo con alguna exigencia curricular. No ha sido fácil en los tiempos que corren pero, al final, con un derroche de tenacidad, lo he conseguido.
Seguidamente me he tomado la molestia de confeccionar cuidadamente dos currículum que fueran distintos, dispares pero igual de imaginarios.
El primero de ellos correspondía a un hombre cuarentón, casado y atestado de hijos. La fotografía del aspirante denotaba un aspecto anodino, una de esas personas que viven para sus empresas y se encorvan por reincidentes pleitesías. En cuanto a los méritos, todos. Este tipo manejaba la informática y los idiomas y disponía de titulaciones y estudios que duplicaban los requisitos demandados por las diez empresas contratantes.
El segundo candidato espurio correspondía a una mujer treintañera, que se declaraba soltera y sin hijos, además de moderna y abierta -esto último entrecomillado-. La fotografía de impresión; un tres cuartos de una mujer atractiva y exuberante, de sonrisa sugerente y equívoca, de las que se piden a los Reyes Magos en vez de gayumbos. La aspirante reconocía cierta inexperiencia para los distintos puestos y con titulación y conocimientos exiguos para lo demandado, pero apuntaba que suplía con tesón y entrega -más comillas- dichas carencias.
Para acabar, he enviado ambos currículum a las diez demandas referidas, cuidando hasta la procedencia y la fecha de envío por si sospechaban y escudriñaban los matasellos.
Los resultados de mi experimento han sido rotundos. Transcurridas dos semanas, he recibido diez llamadas, de nueve hombres y una mujer representantes de las empresas demandantes, pero todas ellas interesadas en el insuficiente perfil de la candidata y ninguna apuntando a nuestro sobrado candidato.
Las conclusiones de mi experimento saltan a la vista, son abundantes y todas de corte sexista. Sin embargo, habrá un buen número que se tape un ojo y reconozca prácticas machistas mientras soslaya un aprovechamiento indebido y presumiblemente habitual de los ardides femeninos.

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