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1/11/11

GUILLERMO, BUBA Y KIYOSU


El zoo de Jerez atraviesa una racha funesta, como el país.
Los que a mi gusto eran los animales más emblemáticos y los que, al mismo tiempo, eran los más queridos por la chiquillería, han desaparecido. Unos para siempre, el chimpancé y el tigre blanco, y otros esperemos que temporalmente, como es el caso de la elefanta.
Guillermo falleció de repente, una enfermedad muy frecuente. El chimpancé era el adalid de Darwin en el siglo XXI, demostraba a cada instante que los de su especie son nuestros ascendientes y no, como aseguran otros, los lagartos. Aunque conozco algunos casos en los que apostaría por el lagarto. Lo cierto es que pasaba sus buenos ratos tumbado a la bartola, y veía películas de Disney y pornos –casi lo mismo-, y le gustaba averiguar qué había debajo de las faldas femeninas. Un perfecto ser humano de nuestro tiempo. Le falló de forma inesperada el corazón y, ahora, seguro que se pajillea tan ricamente en el paraíso de los monos.
Kiyosu era un ejemplar único de tigre blanco, un capricho de la genética, tan peculiar como Copito de Nieve pero con menos marketing. Y es que ya se sabe que los catalanes saben vender escobas mientras los andaluces no sabemos vender aspiradoras. Seguramente la existencia del tigre no fuera tan embaucadora como la del chimpancé o el elefante, no obstante los tigres se dan menos a querer y son más distantes, pero su unicidad le hacía la estrella biológica de nuestro Tempul. Le salió un tumor, como a tantos otros humanos, y de nada sirvieron el bisturí y el esmero de sus cuidadores. Ya van dos, corazón y cáncer, la lacra humana de nuestros tiempos.
La marcha de Buba fue dolorosa pero estrictamente necesaria, incluso debió hacerlo meses antes pero hasta ella se vio envuelta en las maquinaciones de los políticos. Los elefantes son animales de naturaleza tan gregaria como las suegras, necesitan compañía, amarse, ser padres y madres, cuidar a sus hijos, protegerlos, como muchos humanos que no todos. Prescindiendo de chistes de las trompas, sólo se diferencian de nosotros en que no hacen cola en el INEM. Buba está ahora muy lejos, en Hungría, aprendiendo a gozar tardíamente de sus fueros naturales. En el interior de su primera manada se distingue porque barrita en andaluz, con el deje flamenco del barrio de Santiago, y porque va dejando tras sí un mínimo pero seductor rastro envinado. La hemos perdido provisionalmente y su regreso, probablemente con compañía, dependerá estrictamente de nosotros, de cómo manejemos esta crisis y de la imaginación que inviertan los políticos para renovar y adecuar sus instalaciones. En definitiva, su futuro depende de lo mismo que nosotros.
Son tres ejemplos muy significativos de lo que nos ha tocado vivir; o morimos de cáncer o de un infarto o huimos de la crisis hacia otro lugar donde no nos sintamos deplorablemente solos y abandonados.