Y me explico.
Parto de una premisa; que los ministros y consejeros debieran ser designados por su valía y no por el contenido de sus entrepiernas, sin cuotas ni puñetas, que me saben a reparto de botín.
Pero huelo a chamusquina. Chaves y Zapatero no sólo le han tomado el gusto a coincidir en las elecciones sino que, además, en ambos casos, han optado porque sean mujeres la mitad más uno de sus consejeros y ministros. Un gesto demasiado casual.
La zanahoria está servida y pronto han arrancado los más cándidos tras ella. Todos los que han mostrado su desacuerdo, con o sin argumentos convincentes, ya han sido hábilmente recluidos en el descrédito de los machistas e intolerantes. O sea, los malos. Incluso, de refilón, han impulsado algunos roces en el batallón enemigo. Y, por otra parte, quienes han apoyado los nombramientos, con criterios aún más sexistas, o sea, por el simple hecho de que sean más mujeres que hombres, sin ningún criterio de validez, han sido políticamente santificados. O sea, los buenos.
En eso, ni más ni menos, consiste esta reedición del truco de la zanahoria. Que valgan o no valgan para el cargo es otro cantar.
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