Imagen cabecera

Imagen cabecera

28/10/14

BUITRES LEONADOS

Sucedió hace ya algunos meses, más o menos a mitad de la jerezana calle Porvenir. Yo me dispongo a tomar café en una terraza cercana.
Alguien aparca su coche en mi justa vertical, en las cercanías de una esquina. Puedo dar fe de que ni siquiera sobresale y que, por supuesto, ni obstaculiza ni estorba a nadie. Sin embargo percibo que el automóvil rezuma el olor de la carne fresca.
En efecto, en un par de minutos, no más, se dibuja en el cielo una silueta oscura; es el buitre leonado. El carroñero, tras un par de vueltas de cuello de reconocimiento, aterriza junto al auto y, por arte de birlibirloque, toma la forma de agente municipal con libreta en mano. Basta con un graznido en sus códigos secretos para que aparezca un nuevo buitre que se aproxima vertiginosamente y que toma la forma de una grúa,
Todo ocurre con una celeridad pasmosa. Multa al parabrisas, colgada meteórica de la grúa y el auto emprende el vuelo hacia el depósito municipal, a hacer caja. Todo esto ocurrió en el tiempo de un sorbo de café.
A escasos metros, en una de las bocacalles menos principales, hay coches a mansalva aparcados sobre las aceras. Pero allí no entran los buitres, no se atreven porque es territorio de los alimoches y saben que les brean. Así me lo han confesado.
Esto otro sucedió pocos días más tarde. No recuerdo si se trataba de una procesión o de una cabalgata, en cualquier caso un desfile de esos que tanto gustan a los jerezanos para que no se apulgaren las chaquetas y corbatas. Lo cierto es que la calle Porvenir estaba intransitable para los peatones; coches aparcados sobre las aceras, en pasos de cebra, donde fuera. Los peatones haciendo slalom y los minusválidos desesperados. Ni un solo buitre leonado.
Me pregunto si en Jerez hay dos leyes,según haya o no haya desfiles.

REFLEXIONES DE VENTANA

Entran por todas partes y se agrupan una vez dentro, abrazándose las unas a las otras y las otras a las unas sin distingo de colores y tamaños, haciéndose sólo un cuerpo, fundiéndose en idilios lésbicos inacabables. De primeras suena bien.
En primavera y verano, con el rigor de los calores, cuando las ganas humanas aprietan, aparecen por doquier, más que en cualquier otro momento, buscándose en bandadas, correteando entre sí, luciendo sus cuerpos suaves e inquietos, insinuándose por los balcones y coqueteando tras las puertas.
Yo las miro atentamente, vigilo sus idas y venidas, sus contoneos, sus apareamientos sin contemplaciones, una y otra vez sin desalientos, sus guiños en las esquinas y sus pecados eternos.

¡Putas pelusas!