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28/11/07

LA MALA EDUCACIÓN

Hoy les comentaré alguna cosa sobre la educación. No de la buena o de la mala, que ese es otro asunto inquietante, sino de la regulación que alguien, probablemente discapacitado para la función pública, ha articulado para orquestar la educación de nuestros hijos.
En la manía enfermiza de regular sobre las decisiones más domésticas, nuestros responsables -o irresponsables- de la parcela educativa, han propiciado un sistema, o más bien engendro, por el cual se arrogan la elección del centro dónde deben educarse nuestros hijos.
La intención inicial no es criticable, en absoluto, eso de procurar un espacio común e igualitario en el campo de la enseñanza. Pero luego, como suele pasar, las buenas intenciones se transforman en pésimas ejecuciones.
A tal efecto, el resultado es hondamente deplorable. A aquellos a los que la educación de sus hijos siempre les importó un rábano, han encontrado una versión gratuita para reconfortar su dejadez. Por otra parte, los que van sobrados, los muy pudientes, no tienen inconveniente alguno en pagar los mejores colegios para sus hijos, sin despeinarse. Mientras, los que han ideado el plan educativo, casual y milagrosamente, encuentran huecos en los colegios más convenientes. Pero nosotros, el resto, los de a pie, los que estimamos primordial la educación de nuestros hijos y estamos dispuestos a sacrificios por conseguirla, estamos obligados a enrolar a nuestros hijos en centros educativos que no estimamos acordes con nuestras aspiraciones. Y no reclamen, ni llamen, que no sirve de nada.
De este modo, sólo si es usted un buen falsificador de datos, o un intrigante de las oficinas públicas, o un adinerado, o un “ex” de cualquier cosa -toxicómano, convicto, etc.-, conseguirá la prerrogativa de educar a sus hijos según sus gustos o, al menos, en un centro medianamente potable.

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