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28/11/07

ARRIBA Y ABAJO

He advertido que, por lo general, existe una percepción errónea del servicio público. Por arriba y por abajo.
Los que están arriba, los administradores, piensan y se sienten por encima de los administrados; ellos formulan soluciones a su mal o buen criterio y los demás, en cualquier caso, debemos acatarlas. Aunque sean próximas al disparate. Pues bien, esta es una fórmula muy próxima a la tiranía.
Pero, entretanto, los de a pie, o sea, los de abajo, tenemos el vicio de aceptar esos atropellos en el convencimiento ciego de que provienen de instancias casi divinas. Y a esto se le llama pleitesía o servilismo.
A mi juicio ya va siendo hora de enmendar este asunto. Les apunto un nuevo concepto, sin duda más acorde con un sistema democrático idóneamente interpretado. Nosotros, los de a pie, tenemos la manija, damos votos pero exigimos que sean minuciosamente utilizados. Y ellos, los administradores, del primero al último, no son divinidades sino empleados nuestros, ejecutores de nuestros deseos y no incomodadores caprichosos de nuestra vida diaria.
Este, y no otro, es el primer precepto de obligado cumplimiento para estrechar a los unos y a los otros, para evitar políticas verticales, y también, para salvar un distanciamiento que sería altamente peligroso.

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