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4/5/09

LA FIESTA DEL TRABAJO

Este año la Fiesta del Trabajo ha tenido matices especiales, un sabor extraño. Quizás porque, en estos precisos instantes, debiera haber sido suspendida por rubor o aplazada hasta mejor ver. El mismo San José Obrero, de haber vivido en nuestros días, estaría haciendo cola en el SAE. Difícilmente se puede festejar o celebrar algo de lo que carecemos. Viene a ser algo así, ya que los jerezanos somos especialistas en desfiles, como sacar en procesión a Santa Estigmata o a San Sepúlvedo. ¿Qué no existen esos santos? Ya, por eso.
Con igual legitimidad, podríamos haber celebrado la fiesta del Rolls Royce, o del yate de lujo, o apurando más, de los números azules en la cuenta corriente, algo que hoy sólo está al alcance de unos pocos. Como el trabajo.
Un día, pues, de celebración de nada, que mejor podríamos denominar hasta nueva orden como el “día del parado”, actualizándola a los tiempos que corren.
La Fiesta del Trabajo ha transcurrido como un día más de asueto para los más de cuatro millones de españolitos que ya estamos de asueto permanente. Y he recordado con nostalgia aquellos “Primeros de Mayo” reivindicativos, luchadores, aunque estuvieran comandados por sindicatos que peleaban por la libertad enarbolando la bandera soviética o el ideario de Fidel Castro. A pesar del absurdo, era gratificante, alentador, percibir la sensación de respaldo que brindaban.
Pero hoy ni eso. Cuatro gatos por lo del bocadillo y el meneo indispensable para cubrir el expediente y que no se diga. Los sindicatos, adocenados, ya casi tan verticales como los del mismo Franco, han debido extraviar su vocación obrera para convertirse en palmeros de este gobierno. Entretanto los patrones, el PSOE, siguen perdiendo sus siglas por el camino. Y ya sólo le queda la P.

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