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22/5/09

DOÑA BIBIANA Y LA "VIVIDA"

Conocí a doña Bibiana Aido, cuando aún era Bibiana a secas, en una conversación de veinte minutos tras un acto cultural. Aún no era Ministro, y digo Ministro porque se trata de un cargo y los cargos no tienen “pilila”. Ya entonces me pareció, fundamentalmente, una de esas personas que viven por y para la significación, a cualquier precio. Y no suelo equivocarme en mis adivinaciones porque tengo un truco infalible; presto mayor atención a la elocuencia de los ojos que a las palabras. No falla. Lo cierto es que detecté en ella cuatro delaciones incontestables; la altivez, un propósito desmedido de autoventa, el brillo de la codicia política y una muy presunta sabiduría infinita. O sea, todas las falsarias potencialidades de los políticos de hoy en día. Incluso cometí la malicia de tenderle una “trampilla”; le pregunté sobre un asunto recién inventado y ella me contestó con mucha suficiencia lo que le dio la gana.
A doña Bibiana le regalaron un invento de Ministerio para el desfogue y para contentar a sus influyentes padrinos políticos, la cartera de igualdad. Pronto doña Bibiana la transformó en lo contrario, en una cruzada contra el ser humano rabudo, o mejor, en una batalla por la predominancia femenina caiga quien caiga. Y es así. De hecho, todas sus actuaciones se han inspirado en dos parámetros; el alcance mediático y la fobia por el entrecomillado sexo fuerte (véase la foto muy ilustrativa).
Porque en vez de luchar por el más flagrante hecho discriminatorio que sufre la mujer, la desigualdad económica en iguales desempeños, lo de dame pan y llámame tonto, ha tomado el camino del ruido que es políticamente más provechoso. A doña Bibiana le pasa como a mi hija de cinco años; si no es el foco de atención, se hace notar y de qué manera.
Doña Bibiana ha arrinconado en su gestión algunos aspectos esenciales. Por ejemplo, que hay muchos hombres que tratamos a las mujeres con igualdad, respeto y, a veces, con acojone; o que hay muchos hombres maltratados por mujeres, yo conozco un puñado; o sencillamente que hay hombres. Su única ocurrencia a favor del “ser rabudo" ha sido poner un teléfono a los maltratadores para que, antes de la “yoya”, llamen. Espectacular.
Pero doña Bibiana lo sabe todo y, tras la mentecatez de aquello de “miembros” y “miembras”, tras la reinvención de "la píldora del día después", viendo que el contenido de sus atribuciones no da para mucho más y para evitar su estatus obviamente prescindible, se ha enfrascado con el aborto, que eso da juego y le garantiza comentarios, fotos y portadas de periódicos. Porque esas son las únicas aspiraciones de la de Alcalá, muy personales y poco sociales.
Pues bien, mientras los especialistas y las eminencias en todas las disciplinas debaten sobre el momento preciso del inicio de la vida humana, doña Bibiana, que lo sabe todo, sentencia que el feto es vida no humana. Y se queda tan pancha.
Tal afirmación sólo puede partir desde dos presupuestos; la idiotez o la enfermiza codicia por la significación. Porque, para empezar, si el feto está vivo es vida y si es un producto biológico de hombres y mujeres es humano. No hay dudas. Otro tema bien distinto es que, a esas alturas, sea considerado como persona o no. Pero tampoco en eso hay problema; tropiezo a diario con muchos seres humanos que a los cincuenta siguen sin ser personas y nunca lo serán, y muchas de esas "no personas" aparecen en televisión, u ocupan escaños en el Congreso, o ponen bombas, o matan policías por la espalda, o trafican con drogas destrozando la vida de millares de personas, o presiden bancos que nos arruinan a causa de sus errores, o impulsan guerras que matan a pueblos enteros,… Y sin embargo todos siguen ahí, sin inmutarse, sin que nadie les amenace con el exterminio.
A mi juicio todos somos seres humanos desde que dejamos de ser huevo y empezamos a ser pollito. Y no es una convicción religiosa sino moral. Pero hay otro matiz, quizás más trascendente, que diferencia a las personas de los seres humanos a secas. Ustedes, doña Bibiana, la familia socialista y los dirigentes políticos en general, deben de tomar partido acerca de esta cuestión, congruentemente, y si deciden que un feto no es persona de momento y, por tanto, es una vida desechable, actúen en consecuencia con otras "no personas", con los etarras y demás terroristas, con los asesinos, con los violadores, con los traficantes, con algunos que se sientan entre ustedes y traicionan el valor más sagrado de la democracia, más que la vida, el cacho de confianza que hay en cada voto, y así un largo etcétera.
Pero eso es imposible, principalmente porque la difusa moralidad predominante, gracias a las inculcaciones gubernamentales, ve lícito el asesinato de un feto y, sin embargo, vería como una atrocidad la ejecución de De Juana Chaos. Pero además, lo primero da votos y lo segundo los quita.

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