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18/3/10

CARGADITOS DE DERECHOS

Hay muchos asuntos evidentes que nadie comenta, algo similar a la blasfemia en tiempos de inquisición, y todo ello por una perversa e inducida hipocresía que retrata nuestros más elementales atrasos en los usos culturales y democráticos. Se trata de la candidez de una mayoría para engullir toneladas de mentiras y manipulaciones, un inconveniente que se cuidan mucho en remediar
Parece como si existiera un pánico generalizado a la hoguera, a plantar cara a determinados tabúes políticos, de galería y meñique tieso, a decir sencillamente lo que se siente y se piensa aunque vulnere las buenas costumbres de la opinión.
Para empezar, ser de izquierdas está bien visto y ser de derechas no, una impronta que la progresía mediática ha conseguido implantar en la sesera del ciudadano con óptimos resultados electorales. De modo tal que un individuo de modos y conductas fascistas afiliado al PSOE, que los conozco a patadas, es considerado a lo sumo como “severo hombre de izquierdas” y ese mismo individuo en el PP, cosmética aparte, es calificado cuando menos como cavernario, nostálgico, recalcitrante, franquista, reaccionario y derechona de siempre. ¡Lo que hace algo tan simple como un carné!
Y lo dice alguien que no es de ninguna parte sino un mero observador de la realidad.
Este fariseísmo se plasma en numerosas actitudes ciertamente incoherentes que luego desembocan en una grave quiebra de la correlación entre el verdadero ideario general y los rumbos políticos.
En la calle chillamos ¡no a la pena de muerte! pero somos conscientes de que mataríamos si tocan a nuestros hijos. A los nuestros, pero no a los del vecino. Entretanto defendemos la vida de un animal, que casualmente tiene apariencia humana, mientras asesinamos criaturas en ciernes sencillamente porque son socialmente molestas. Hitler, segunda parte.
O promulgamos las excelencias de la enseñanza pública y nos damos tortas por matricular a nuestros hijos en la privada. Sería muy aleccionador un estudio que delatara cuántos hijos de nuestros políticos y sucedáneos estudian en esos colegios públicos que tanto defienden. O cuantos agnósticos llevan a sus hijos a colegios religiosos. O cuántos rajan de la iglesia mientras se visten de nazareno.
O hablamos de nuestra honestidad intachable en contraposición al golferío predominante pero callamos que, como todos, tenemos nuestro precio, unos más caro y otros más barato.
O nos llenamos la boca de igualdad y derechos, principalmente esos políticos de escaparate o los sindicatos de “esteticiene”, y mientras nos acabamos el chalé, navegamos en yate y apuntalamos un sistema desigualitario, no en lo económico, sino en las oportunidades reales.
Nadie habla a la gente de obligaciones porque quita votos, al contrario se convierten en conseguidores y limosneros que nos otorgan gracias y dádivas a cambio de nada.
Mientras tanto, España está inundada de inútiles y zampabollos cargaditos de derechos.

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