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14/11/08

CRISIS DE CABALLO

En Jerez, aquí no podía ser de otra manera, atravesamos una crisis de caballo. Los males se ensañan con los más débiles y aquí ya estábamos bastante vulnerables.
La actividad económica, que los políticos se empeñan en enmarañar, tanto que ni Solbes parece comprenderla, se sintetiza en un término bien sencillo; la circulación de dinero. O lo que es lo mismo; yo hago, tú vendes y él compra. A partir de este bucle simplista se monta todo el confuso armatoste económico. Pero claro, si el que compra no tiene dinero, se vende menos y se disminuye la fabricación. Hasta que se paraliza el invento.
¿Y por qué hay menos dinero circulando? Por varias razones. Porque el que había por aquí ha sido retirado para tapar los socavones americanos. Porque cada vez nos quitan más pellizcos del bolsillo para el pago de las hipotecas. Y porque el precio de la gasolina ha aumentado a su vez el coste de todo lo que consumimos.
Hasta aquí razones externas. Pero no es serio que desviemos toda la culpabilidad al vecindario.
Por la dejación de unos y otros, hemos vivido en los colmos de una situación ficticia, inflada, por las inyecciones de los fondos europeos, por el desenterramiento de mucho dinero negro con la transición al euro y, sobre todo, por una desmesurada actividad constructora en reprochable connivencia con los bancos. Y la imprevisión de todo esto sí es una irresponsabilidad directa de nuestros gobernantes, de todos, de los que ahora escurren el bulto. Unos y otros han permitido esta escenografía económica trucada y nuestros gobiernos actuales, desde Madrid a Jerez, no han sabido leer soluciones al asunto. Era tan simple como poner dinero en nuestros bolsillos. Ahora se han dado cuenta, años después, cuando es demasiado tarde.
Ciñéndonos a Jerez, también pagamos ahora réditos adicionales. Los muchos años de caudillaje pachequista nos han instalado sobre un sustento frágil e inestable. Ese cacareado emplazamiento de Jerez en los brazos de los servicios y el turismo ha fracasado definitivamente. Hacía falta el acompañamiento de algún soporte más sólido. Pero no.
Y para no repetir errores, para hacernos fuertes, Jerez debe olvidar para siempre los inventos febriles del mesiánico de turno para apostar a muerte por lo que mejor sabemos hacer. Hay que aunar todas las voces y todos los empeños para reflotar nuestra industria vinatera, saber vender nuestros caldos, transformar su naturaleza inmovilista y amigarlos, ponerlos de moda con imaginación y sin funcionarios acomodados al frente. Por otra parte, teniendo todo lo que tenemos a nuestro alrededor, hay que empeñarse con igual determinación en el turismo, sin medias tintas y de manera sostenible, quizás porque el medio natural es nuestro principal aliciente y no los bloques de cemento, procurando calidad.
Pero falta determinación y atrevimiento. Difícilmente se puede apostar por un turismo de congresos con las aspiraciones pusilánimes y mediocres del palacio que se está construyendo. Se gana en función de lo que se apuesta.

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