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31/10/09

CATALUÑA ES ESPAÑA

De niño no tenía duda, de mediano surgieron algunas, de mayor casi lo descarté y, hoy, precisamente hoy, puedo afirmar rotundamente que Cataluña es España.
Lo curioso es que ese escepticismo acerca de la españolidad de Cataluña jamás se ha nutrido de mis numerosas convivencias con los catalanes, ni de las percepciones en mis asiduas visitas a Barcelona, sino que era una sensación falsificada por el ruido político y los medios de comunicación. Luego, con ellos o allí, junto a la gente de a pie, las proclamas políticas se convertían en humo; mera propaganda.
Pero hoy ha desaparecido toda duda. Cataluña es muy española.
Y no van a torcer este sentimiento las demagógicas posturas al pairo de Pepe Carod o las más recientes de Juanito Lapuerta -ellos tienen derecho a elegir su nombre y yo tengo derecho a traducirlo como me salga de los cojones-, porque los países no son inventos de conveniencia política o económica sino espacios comunes, identidades similares, unidad de intereses y acuerdos de solidaridad. De estos aspectos germinan las banderas que luego se hacen sentimiento. De este modo, las banderas que provienen de la invención provechosa o son obra del fundamentalismo de ikastola, son siempre negras.
Y vuelvo, que me evado, al titular; Cataluña es España.
Durante años he leído en la prensa catalana las noticias referentes a la corrupción y aprovechamientos ilícitos que imperan por todos los rincones de España, siempre desde una óptica ajena, con un deje despectivo, como queriendo evidenciar las diferencias entre Cataluña y España. Les faltó decir abiertamente que “Cataluña estaba hecha de otra pasta”, aunque estuviera entre líneas. Todo fachada.
Está en la calle, sin embargo no en los titulares de prensa ni en los panfletos políticos, las “honorables” actividades inmobiliarias de sus “Honorables”. Pero chitón. Aparecen guiños que delatan importantes tejemanejes de fuerzas vivas, muy vivas, y sin embargo son minimizados por la prensa y los encubridores políticos. Marcando distancias.
Pero hoy, por fin, son España. Y van a vestir de rayas a muchos que han sido manos derechas e izquierdas del gobierno nacionalista catalán, a bombo y platillo, sin disimulos. Y es curioso que esto suceda cuando ya no prestan sus servicios de gobernabilidad, para los unos y los otros.
Lo cierto es que se diluye un hecho diferencial de calado. La ética catalana se ha equiparado a la hispana. Su impoluta clase política se ha rebajado a la altura de las bajezas generales. Ya se ha abierto la puerta de la habitación oscura que era el refugio de los intereses nacionalistas de los Jordis, Joseps, Artur,… que ya son Jorges, Pepes y Arturos.
Todos los españoles somos ya igual de golfos.

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