Imagen cabecera

Imagen cabecera

5/11/09

EL VUELO DE LOS MOSCARDONES

También en el mundo literario hay de todo, como en botica.
Primero, en el escalón inferior, casi en el fango, están los “juntaletras”. Esta raza seudoliteraria y que emputece la categoría escribe únicamente con un horizonte monetario o por revestir de cierta intelectualidad su muy bajo cartel. Obviamente, como escribir es un desempeño más exigente que enseñar el culo o presentar un programa de inmundicias, sólo consiguen vender a sus referentes naturales en el mundo corriente, aunque sean un ejército, pero jamás trascender. En estos casos, más que nunca, aunque reciban premios, escritor viene de escribir. A secas.
En segundo lugar, equiparable al anterior, están los “escritores de pasillo”. Estos, al menos, se lo curran. Pero no escribiendo cosas maravillosas de manera maravillosa sino a base de piernas. Vayas donde vayas siempre están allí, hasta debajo de las mesas. Saben exactamente donde se encuentran los resortes clave para encaminar sus publicaciones, abren a la primera las puertas oportunas e incordian lo suficiente para plasmar su mediocridad manifiesta en libros. Son publicadores por aburrimiento. Y es que, de no hacerlo así, serían inéditos meritorios y perpetuos.
El tercer grupo está formado por los “escritores de camarilla”. Son pandillas de amigotes y coincidentes que manejan el cotarro literario con una estrategia endogámica y vergonzante. Tal día son jueces y premian a fulano; al día siguiente, favor por favor, fulano les premia a ellos. Yo he presenciado varias de estas maniobras, en varios premios, ejecutadas sin rubor, delante de mis narices. Muchos de estos, casi todos, se encaraman a la cúspide literaria pero luego los leo y releo, procurando encontrar una pizca de magia, y no encuentro nada, ni una frase, que pueda salvarse del fuego purificador de la papelera.
El cuarto grupo, que no es estanco sino que suele encastrarse en el antedicho, es el de los “escritores de teta política”, es decir, quienes han utilizado y utilizan muy presuntas confluencias ideológicas para obtener honras literarias. Luego, muy habitualmente por no decir siempre, son burgueses ortodoxos disfrazados de progresía que, cuando no se les ve, cambian la pana por la seda. El sustento de esta facción es esa gran mentira por la cual la cultura es patrimonio de las izquierdas, sin que haya lugar para principios distintos o para quienes, como yo, piensan que las ideologías están cubiertas de malvas.
El quinto y último grupo son los ESCRITORES, con mayúsculas, esos que maravillan únicamente con lo que escriben, sin poses, ni disfraces, ni escándalos, ni carnés. La verdad, no hay demasiados, sólo un puñado. Ya queda uno menos con la desaparición de don Francisco Ayala -un respeto-. Yo no hablé con él infinidad de veces, como esos tantos y endémicos necrófagos que aparecen repentinamente para mostrar una equiparación imposible, sólo mantuve una conversación de mediana intensidad. Ocurrió en el fragor de la noche granadina, hace quince años, celebrando la onomástica de un escritor masacrado. Hablamos poco y bien, como estilaba Ayala, también del entramado literario descrito, y con su exquisitez habitual, con su socarrona corrección infinita, apostilló “debemos escribir al margen del vuelo de los moscardones”.

No hay comentarios: