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19/12/07

PROMESAS

Acaba el año, llegan los fríos y las lluvias, se suceden las zambombas por todos los rincones jerezanos, preparan los camellos los Reyes Magos y los renos ese invasor barbudo llamado Papá Noel. También se acercan las elecciones.
Ante esta cita inminente, presuntamente crucial, afloran todas las mentiras programáticas, gusanos en anzuelos, caramelos de Reyes para que los niños se aproximen, mendigando los votos que ninguno ha merecido en la palestra política.
Son siempre los mismos engaños, ni siquiera se entrevé un mínimo esfuerzo imaginativo. Embustes cada año más fantasiosos en sus magnitudes, desaforados, irrealizables. Debiera haber un órgano estatal que penara los incumplimientos, o mejor que obligara los cumplimientos. Quizás así se acortarían las largas lenguas que repentinamente florecen para ganar fraudulentamente cuatro años más de confianza.
Y he hecho mis cálculos malignos.
En España, de haberse verificado las promesas pasadas, habría cien millones de puestos de trabajo. Tres por cabeza. Trabajarían hasta los gatos.
Las sacrosantas pensiones, el patético premio de nuestros mayores, lo que ahora es un acto de irritante misericordia, estarían poco menos que en el doble. Un respiro para esos muchos arrugados “quinientoeuristas”.
La enseñanza, la sanidad, la justicia y los transportes serían gratuitos. La jornada laboral de cinco horas, viernes libres, y remunerado derecho al aperitivo y al bocadillo.
Existirían siete viviendas por cada españolito. Si no las hay ya, en ladrillos deshabitados y especulativos.
Les invito a que tomen un trozo de papel, que anoten con letra clara cada una de esas promesas, de los unos y los otros, que las cuelguen en lugar bien visible para revisarlas dentro de cuatro años, y que entonces, refrescada la memoria, voten el cumplimiento y castiguen las falacias. Puede ser un ejercicio saludable y divertido.

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