Imagen cabecera

Imagen cabecera

11/2/08

EL TEMPUL

El zoo botánico de Jerez ha cumplido la friolera de 55 años. Lo celebraron agasajando con una tarta flotante a los hipopótamos y nuestra alcaldesa, Pilar Sánchez, atascada por las protestas del pestilente asunto de Jerecom, no pudo llegar a tiempo de soplar las velas.
El sábado hubo más celebraciones. Acudieron más de un centenar de niños, y se embelesaron con un teatrillo creativo y maravilloso, y saludaron uno a uno a sus amigos los animales, y brincaron en el parque infantil, y luego, ya en casa, soñaron con aquel rincón distinto a todo lo conocido.
El Tempul, que a mí lo del zoo botánico me suena a capricho pachequista, continúa su andadura, principalmente, gracias al empuje e imaginación de quienes lo tienen a su cuidado y acuciado, como otros tantos, por los recortes presupuestarios. Es así. La falsaria opulencia municipal de antaño, la de rontondas, estatuas y mucho ladrillo, se sufragaba con endeudamientos diferidos; una fabulosa pirámide para el culto de nuestro faraón que dejaba tras sí miles de esclavos muertos.
Es ahora, ya en tiempos del postpachequismo, cuando pagamos aquellos excesos. Y mientras, aún estamos esperando la prometida auditoría de su gestión o, al menos, una investigación cuidadosa debajo de las alfombras.
Pues bien. Nuestro querido Tempul, monos, tigres e hipopótamos, son sufridores solidarios de las ruinas pasadas. Las más que necesarias obras de ampliación y acondicionamiento están paradas, abandonadas, y ya sufren la devastación de las tribus urbanas. Cuando quieran retomarlas no van a encontrar nada.
Yo soy un admirador de nuestro Tempul y participante discontinuo de sus actividades, quizás porque es el único paisaje de Jerez que realmente me devuelve a la infancia. Lo considero como un íntimo orgullo para todos los jerezanos, silencioso pero implacable. Y pienso que no se puede recortar de todo por igual. Está bien que se purgue la Gerencia de Urbanismo de técnicos innecesarios pero generosamente asalariados. También que se racionalice el gasto. Que se rasque de uno u otro sitio para apuntalar este gran castillo de telarañas que, económicamente, es el municipio jerezano. Pero no se puede pretender que jirafas, leones y elefantes paguen el pato y, menos aún, que se quebrante uno de nuestros muy escasos orgullos.
Ahora, más que nunca, es indispensable que todos nosotros arropemos nuestro Tempul, visitándolo, participando en sus muchas actividades, para elevarlo a su real importancia. Porque quien tenga hijos y vea sus rostros asombrados clavados en aquellos animales y plantas, no sólo se sentirá feliz por ellos, sino que recuperará al instante el casi perdido orgullo de ser jerezano.

No hay comentarios: