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3/6/10

EL TIEMPO PASA Y NADA CAMBIA

El viernes pasado presenté mi última novela, “Ardeviejas”, en la Fundación Caballero Bonald de Jerez de la Frontera. Para los escritores, las presentaciones de sus obras son como bautizos, el culmen de al menos un año de trabajo intensivo, ingrato, imposible y nada reconocido. Por esas razones, tras un doloroso parto, les resulta grato sentir en ese preciso momento el aliento de los suyos, los cercanos y los paisanos.
Me contaba en cierta ocasión Gustavo Martín Garzo, el notabilísimo escritor vallisoletano, que él era persona solitaria y acaso introvertida pero que las presentaciones de sus libros se convertían en una multitudinaria muestra de adhesión de sus paisanos, conocidos y no conocidos, dispuestos a alentar a alguien que pasea con orgullo el nombre de su tierra. Acabó diciendo que aquello, y no otra cosa, le daba fuerzas para seguir escribiendo.
En mi caso, pocos jerezanos acudieron a mi presentación, apenas algunos familiares y amigos. Lo más llamativo es que no hubo ni la más mínima representación de la corporación municipal, esos que tan frecuentemente se arrogan el patrimonio de la cultura, como si el buen o el mal escritor nutriera su potencial creativo y sus habilidades narrativas de unas u otras siglas. Sólo asistió una representación del PP, que todo hay que agradecerlo y decirlo. Y como no fueron los dirigentes también faltó la nutrida cohorte de pelotas, de todos conocidos, que no aportan pero al menos abultan y dan colorido.
Y fue una lástima. Porque pocos pudieron escuchar a José Ruiz-Mata, que no es precisamente conocido por sus repartos de flores, defender con vehemencia a los escritores jerezanos del club del desprecio, generalmente porque no se encuadran en el monopolio del pensamiento. O a José Vicente Pascual, el más crítico de los críticos, que sin embargo defendió mi novela y mis presuntas pericias hasta casi emocionarme. Gracias a ambos, porque pesaron lo mismo que un millar de asistentes.
Tras el daño infligido que no fue poco, que incluso sospecho adrede y pudiera derivarse de mi independencia pública y de señalar a cretinos y golfos sin mirar sus siglas, llegaron las meditaciones y conclusiones, las inmediatas irrepetibles y las aplazadas mesuradamente tangentes a la indignación. Entre todas, mi firme propósito de no reincidir en presentar otra novela mía, sea cual sea, alcance o no el sitio al que aspiro, en un lugar donde se desprecia de tal modo la buena literatura. Quizás ahora, como ya le ocurriera a Caballero Bonald y salvando las distancias, se me acuse de antijerezano. El tiempo pasa y nada cambia.

3 comentarios:

Scriptorium dijo...

Bueno, la presentación no fue multitudinaria, pero el aforo era, como poco, digno. Más o menos lo que se acostumbra en este tipo de actos, amigo Carlos; al menos a lo que yo estoy acostumbrado en tierra tan amante de la cultura como Granada. Bueno, allí lo que pesan son los poetas muertos (no sólo Lorca), y algunos otros "vivísimos". Los vivos no9rmales y corrientes, pues eso: si a la presentación de uno de nuestros libros van 25 personas, nos damos por satisfechos. Jerez debe ser más o menos. Con Valladolid y otros lugares, ni comparación. Como sabes, estoy muy relacionado con León y su mundillo cultural. Ni imaginarse pueden muchas personas cómo por aquellos pagos se estima y considera a los autores de la tierra, los cuales, a fuerza de ser aupados por su entorno, acaban siendo universales (Delibes por ejemplo, o Mateo Díez, o Merino, o Gamoneda, o Llamazares, o Aparicio, o Fernández Santos... la lista es interminable). Aquñi, en nuestra Andalucía imparable, la cosa funciona distinto. Pero no te indignes ni te desesperes, no merece la pena.

Miguel Ángel Pineda dijo...

Desde mi humide blog fotográfico y un poco desde la distancia no me queda más que darte ánimo, eso es lo que tenemos por estos pagos.

Un saludo

Antonio Mariscal Trujillo dijo...

Enhorabuena Carlos, es un auténtico privilegio contar con amigos de tu talla