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22/9/10

EL "DESCANSO" ESTIVAL

Se acabó lo que se daba.
Atrás queda un largo mes de veraneo en Rota que me ha servido para doctorarme en castillos de arena y cometas con el muy ganado premio de la cerveza y el espeto. Es un justo castigo al padre tardío, playa en vena por amor paterno. Lo cierto es que mi síndrome postvacacional consiste en una sonrisa como un ventanal.
Es curioso, pero los veraneos roteños son calcados, exactamente repetidos año tras año, sin que varíe una coma. Como si ves todos los años la misma película.
La eterna feria del libro en el horno de la plaza de la Cantera, el paseo de rigor en trenecito para saludar como un cretino a diestro y siniestro, la docenita de higos chumbos que como un bodegón alegran la nevera, la meritoria función de los niños del colegio salesiano, la excursión a Los Corrales para esquilmar un poco más la sufrida naturaleza...
Es curioso pero hasta la tradicional noche literaria roteña se nutre todos los años de los mismos escritores y que luego se ponen ciegos en una parranda con cargo al erario público. No se sabe qué es antes, la gallina o el huevo; la sensibilidad literaria o la etílica. Algunos se la pisan.
Al menos he aprovechado este mes espiritualmente vacío para hacer un estudio concienzudo del gregarismo humano.
Primera observación; bajé temprano a la playa vacía, planté mi sombrilla en el desierto y enseguida llegó alguien para ponerse casi encima. Segunda observación; bajé a desayunar, ocupé la esquina de una barra vacía y enseguida llegó otro para ponerse codo con codo.
Somos de borregos que no tenemos remedio.

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