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16/9/08

LA PLAZA DE LA ESTACIÓN

La plaza de la estación de Jerez, tras años de obras, tantos como las pirámides, ya está operativa. Por decir algo.
Para empezar, dejar allí un pasajero es una temeridad. Amén del suplicio de traspasar el engendro circulatorio de Madre de Dios, un nudo de inmovilidad para coches y peatones.
Pues bien, en la plaza de la estación han suprimido los posibles aparcamientos y, sin embargo, el parking sigue cerrado. Muy listos. Yo sigo sin entender esas fotogénicas inauguraciones de lo que aún no está acabado. Ese slogan jocoso que dice: “Yo no hago, yo inauguro”.
Siempre me ha admirado el preciosista edificio de la estación de ferrocarril, de lo más emblemático de Jerez, un monumento civil poco valorado que data de 1856. Lástima que el diseño de la nueva plaza haya borrado la espléndida vista con horrendas estructuras de ladrillo y chimeneas evocadoras de ninguna cosa. Parece, más bien, como si fuera la venganza de un antiferroviario.
Para completar el desvarío, esquinada, está la casi recién estrenada estación de autobuses. El aspecto es desolador. De primeras, porque parece un mausoleo, el paradigma de la mediocridad y de la inadecuación. Eso por fuera. Por dentro es peor. Allí nada funciona, ni los paneles informativos, ni el reloj. Se ha desprendido el revestimiento de paredes y columnas. Los expositores de prensa están atados a las columnas con cuerdas. Precintos de la policía local por el suelo. Patético.
Ahora sí usarán la palabra crisis para justificar este desastre.

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