
Me dice el gaditano, mientras me machaca con el martillito carnavalero, que el empresario “desacelerado” pasa las mañanas ante su mesa de despacho para dar largas a sus adeudados y que, por las tardes, a veces noches, incluso madrugadas, se sienta ante la barra del único bar que le fía y hace un meritorio apostolado del “gintonic”.
Termina el “pisha”, con un ciego del quince y dándome dos golpes de martillito de despedida, contándome que esa misma mañana se ha tropezado con él. Le ha dicho que estaba desesperado, y que iba al puente de Cádiz para tirarse y acabar de una vez con su ruina.
Le han dado hora para octubre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario