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23/2/09

SUCEDIDO

Me cuenta un guasón gaditano y “gaíta”, chirigotero, del “cai” y antisevillano hasta la médula, que un pequeño almacenista de materiales de la construcción, al que conozco de pasadas, solvente antes de la "desaceleración", con fama de pagador y fiador, con una plantilla satisfecha, ha pillado la cuesta abajo sin frenos. Empezó soportando algunos impagos y ha terminado impagando a diestro y siniestro.
Me dice el gaditano, mientras me machaca con el martillito carnavalero, que el empresario “desacelerado” pasa las mañanas ante su mesa de despacho para dar largas a sus adeudados y que, por las tardes, a veces noches, incluso madrugadas, se sienta ante la barra del único bar que le fía y hace un meritorio apostolado del “gintonic”.
Termina el “pisha”, con un ciego del quince y dándome dos golpes de martillito de despedida, contándome que esa misma mañana se ha tropezado con él. Le ha dicho que estaba desesperado, y que iba al puente de Cádiz para tirarse y acabar de una vez con su ruina.
Le han dado hora para octubre.

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