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21/12/10

EL PRINCIPIO DEL FIN

Asistimos al principio del fin del virreinato socialista, un final iniciado en Cataluña y que seguramente recorra Madrid, Sevilla para acabar a orillas de Jerez de la Frontera. No es una certeza, porque todo puede ocurrir, pero sí una firme sospecha. Falta por determinar la intensidad de los reveses.
Dicen que los cambios políticos, incluso los de mayor calado, no se producen por los méritos acumulados de los entrantes sino por las torpezas y desmanes de los salientes. En este caso, siendo válida esta máxima, se ha tratado más bien de un proceso de minuciosa dilapidación. Jamás, desde que me abarca la memoria, he visto a una formación política malgastar tantas cosas; una herencia de bonanza, la gobernabilidad de sus mayorías y, sobre todo, la ilusión de tanta gente.
Con la semilla catalana, todo parece indicar que se ha iniciado "el recambio". Puedo estar de acuerdo en que la crisis internacional -esa que atinadamente el Gurú Abadía entiende no económica sino de decencia- ha sembrado de piedras el camino de la gestión socialista. Pero además ellos, como los malos médicos, han diagnosticado mal y tarde y, para colmo, han prescrito tratamientos inadecuados. Yo esperaba de ellos, como gente de presuntas izquierdas, que hubieran peleado porque los mercados no estuvieran por encima de los gobiernos, o que hubieran perseguido y castigado a los golfos que han provocado esta debacle. Eso esperaba al menos de la conjunción astral (Obama y ZP).
Lejos de ello, la crisis internacional no ha sido el problema sino el pretexto, el baúl donde se ha ido ocultando la retahíla de torpezas.
Y no es una crítica de matices o de asuntos opinables, sino fundamentada en evidencias. Desde mi punto de vista, han sido cuatro los grandes errores que conducen al paulatino desahucio de los Gobiernos Socialistas, faltas que además han sido casualmente comunes desde Madrid a Jerez.
El primero, ya referido, ha sido la inaceptable renuncia al apellido “socialista” permitiendo que los más débiles paguen los excesos de los poderosos. Han puesto en valor (una frase muy suya) algo extremadamente peligroso: que los mercados, los dueños del dinero, mandan más que los Gobiernos. No es un asunto venial, no obstante defrauda la democracia para convertirla en una dictadura solapada.
El segundo error de los Gobiernos presuntamente socialistas, de Madrid a Jerez, ha sido depositar las responsabilidades en políticos sin pajolera de gestión, decidores, charlatanes y parlanchines que embaucan pero no saben; eso es tanto como decir que la gobernación importa un bledo y lo vital es la perpetuación (las elecciones).
El tercer gran error ha sido convertir la administración pública en toda su amplitud en una enorme "agencia de empleo y gratificaciones" para los partidos. Y como eran muchos, han ido engordándola hasta convertirla en un monstruo descontrolado en el que caben correligionarios ineptos, silencios comprados, elefantes moribundos, además de amigos y familiares. Y ese monstruo, en la actualidad, está circulando a espaldas de la gente y ajeno a las realidades.
Y el cuarto gran error, el más doméstico pero no el menos sangrante, ha sido la "soberbia". Poco a poco, los dirigentes se han ido elevando del suelo de las calles y se han constituido en una "beautiful people", una "burguesía de presuntas izquierdas bien remunerada". La mutación ha sido tal que ya ni se conocen entre ellos.
Alguien, hace poco, me dijo con amargura que sólo han cambiado los dueños del cortijo porque, cómo los otros, sólo les preocupa el reparto de las cosechas.

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